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Evo no debe agacharse

By Paulovich   27 Ago 2015


Mientras mi mente ponderaba las consecuencias de la caída en la Bolsa de Valores de Shangai y Hong Kong, y las repercusiones de ese hecho en el precio de mis calzoncillos, apareció en mi oficina periodística la cholita cochabambina que me informa acerca de la actividad palaciega para decirme en voz alta y clara: “¡Es preciso que usted sepa que Evo no debe agacharse!!!”.

Completamente ajeno a la decisión gubernamental de agacharse o no cuando le da la gana, pregunté a mi reportera la razón de su extraño anuncio acerca de la posición vertical o inclinada de nuestro mandatario vitalicio, comprendiendo la cholita mi sorpresa al escucharle decir que Evo no debe agacharse. Recién entonces me enteré del escándalo nacional e internacional que se armó cuando en las pantallas de televisión empezaron a reproducir la escena que muestra a nuestro mandatario ordenando a uno de sus guardias personales que le atase los cordones de sus calzados, como si Evo no pudiera hacerlo él mismo, aunque en una posición indigna.

Al ver el mencionado video, comprendí al mandatario y entendí claramente la indignada frase de mi comadre “Evo no debe agacharse”, uniendo mi voz a la de mi comadre porque un hombre no debe agacharse jamás y menos todavía una mujer, porque en este mundo falaz nadie respeta a quien se agacha, sea un Presidente, un Vicepresidente o una cholita virtuosa como es mi comadre Macacha. Ya ingresando en el terreno práctico, la cholita cochabambina nacida en Quillacollo hizo caer al suelo un dólar, al que yo miré despectivamente, sin realizar ningún esfuerzo para recogerlo, actitud que aplaudió Macacha, sin comprender que otra habría sido mi actitud si se hubiera tratado de una cantidad mayor.

Volviendo a la negativa de Evo a ponerse en posición antiaérea para amarrarse los huatos de sus zapatos, dije a mi bambina cochabambina que nada habría sucedido si nuestro bien empilchado (que no es sinónimo de elegante) Presidente hubiera llevado “mocasines”, calzados muy cómodos y libres de “huatos” -como decimos los cholos en mi pueblo.

Al finalizar nuestra conversación, convinimos con mi discípula en que esta fue la anécdota de la semana y que nuestro pueblo -al conocerla- criticó mucho a nuestro Presidente Vitalicio, acusándolo de endiosado y soberbio, siendo mi comadritay y yo los únicos que lo defendimos porque la vida nos ha enseñado que nunca hay que agacharse porque es peligroso.

© EL DIARIO S.A.




 
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