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¡BIENVENIDOS LOS CHINOS!

PAULOVICH © Paulovich

LOS CHINOS SIEMPRE ME CAYERON SIMPÁTICOS Y TODAVÍA SIGO CREYENDO en que los primeros pobladores del continente americano vinieron de allí, o de tierras próximas, por el extraordinario parecido fisonómico que existe entre ellos y los pobladores indígenas de norte y Sudamérica. Los chinos pueden ser nuestros tatarabuelos y yo uno de sus tataranietos.

Es por ello que me duele profundamente el drama humano de los chinos que llegan a Bolivia sin documentación o con pasaportes bolivianos que compran en nuestras oficinas consulares, o en nuestras reparticiones de Migración, y que son perseguidos y expulsados cuando deberían ser bien recibidos por nuestras autoridades.

Tengo buen recuerdo de los chinos a los que conocí desde mi lejana infancia, aunque debo confesar que en esa edad no me hallaba capacitado para diferenciar a un chino de un japonés y para mí todos eran chinos porque tenían los ojos rasgados y una piel amarillenta. Nunca olvidaré a mi primer peluquero, al que creí chino, enterándome después de que era japonés, resultando al final que se trataba de un cholo de Achacachi.

Con mis amigos pequeños siempre íbamos a comer salteñas donde “el chino”, porque siempre hubo un chino que las vendía en las proximidades de los colegios. El chino era siempre un servidor serio que pocas veces sonreía y nunca reía, seguramente por temor a que sus ojos desapareciesen en medio de las arrugas que produce la mueca de la risa. Chinito siempre bueno, chinito siempre servicial, chinito siempre humilde.

En mis primeros años de lector de diarios supe alguna vez de una raterilla que solía aparecer en las crónicas policiales con el infamante alias de “la china ratera” que no había sido china, sino nacida en Tarata, que ella pronunciaba “Talata”, siendo “la china ratera” de ojos rasgados y pequeños.

¿Y cómo olvidar en este elogio de los chinos a ilustres bolivianos que llevaron y llevan con orgullo el mote de chinos? Fue célebre y muy apreciado el doctor “Chino Berríos”, fundador de la clínica Santa Isabel en La Paz. Y todavía muchos recordamos a un héroe deportivo que admiramos cuando niños y que fue el famoso “Chino Guerra”, gran pugilista de quien aprendí que un puñetazo bien dado deja callado al más inteligente de tus enemigos.

Merece un párrafo aparte el extraordinario hombre de letras y exquisito esteta cochabambino Armando Soriano Badani, a quien sus amigos llamamos “Chino Soriano”, académico de la Lengua de cuyo brazo me así para recibir la medalla de académico que ostento con orgullo.

Por todo lo dicho, no es posible que en un gobierno de aymaras y quechuas seamos inamistosos con los chinos, seguros antecesores de los indígenas bolivianos como el que escribe esta crónica.

Fuente: © 2002 LA PRENSA - EDITORES ASOCIADOS S.A. Derechos Reservados ®


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1 comentario:

  1. Paolovich no es mas que un loro parlanchin, que aportó la pais; en cada una de sus escritos en el fondo fluye la venganza, el odio, la mentira y nada mas el deseo de cerruchar el piso a los indios que ya no se dejar engañar como antes. El señor Paulovich lo que tiene que asimilar es que el mundo esta cambiando, claro a el le estan pisando el rabo. Debe asumir que es un payaso mas que un escritor.

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