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Jesús pudo ser Alcalde



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, Martes, 30 de marzo de 2010

Después de haber visto multitudes de fieles católicos llenar los templos de todo el país el Domingo de Ramos recordando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, no pude menos que llegar a la siguiente conclusión: Jesús pudo ser Alcalde de Jerusalén y de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y cualquiera otra ciudad judía y boliviana.

Esta idea aparentemente incongruente y extravagante se me vino a la mollera sólo porque las autoridades nacionales determinaron el verificativo de las elecciones departamentales y municipales en plena Semana Santa, no sé si por pura casualidad o premeditadamente para santificar sus resultados o dificultar las manifestaciones de la fe Cristiana.

Resulta que “sin querer queriendo” —como diría un personaje de Chespirito— las muchedumbres que salían de nuestros templos con palmas benditas en sus manos para unirse a Jesús recordando su jubiloso ingreso en Jerusalén se encontraron en calles y avenidas con manifestaciones ciudadanas que vitoreaban a sus respectivos candidatos a alcaldes y gobernadores.

Mientras los creyentes cristianos —este periodista entre ellos— decíamos en nuestros corazones: “Gloria a Dios en las alturas (3.600 metros sobre el nivel del mar) y paz a los hombres de Buena Voluntad”, los manifestantes electorales coreaban los nombres de sus candidatos y repartían poleras, bolígrafos, afiches, banderas y salteñas adquiridos, posiblemente, con dineros estatales. En tanto, yo y mis amigos estábamos en Jerusalén con los ojos de la fe. Una ciudad caliente y polvorienta en aquellos años y también ahora. Los jerosolimitanos y los visitantes echaban flores y saludaban con palmas de olivos a Jesús que recorría la ciudad montado en un burrito blanco mientras sus apóstoles, parientes y amigos le seguíamos y sonreíamos a la multitud, al igual que ahora los llunk’us (léase aduladores) rodean al candidato o candidata para luego mostrar las fotos a sus amigos.

Como yo estaba simultáneamente en Jerusalén y en La Paz grité: “Jesús de Nazaret a la Alcaldía de Jerusalén”, y mi Ángel de la Guarda me dio un codazo en las costillas y me dijo que no gritara tonterías porque Jesús es el Hijo de Dios y también el Rey de Reyes y Dueño del Universo, y que las alcaldías no son más que principados mestizos de pequeña duración en el gobierno de las ciudades y que para construir tres puentes necesitan de empréstitos internacionales. Como sí algún manifestante paceño hubiera escuchado la reprimenda que me echó mi Ángel de la Guarda, hicieron su aparición otros manifestantes haciendo rugir sus motocicletas para acallar a sus adversarios políticos.

Al verme nuevamente en el séquito que acompañaba a Jesús que recorría Jerusalén montado en un burrito blanco, le pregunté a mi ángel custodio si yo podría prestar a Jesús mi Hardley Davidson que la tenía guardada en mi garaje y me respondió:

“Jesús no precisa de motos para triunfar porque él es humilde y nos pide a sus seguidores que también lo seamos. Y es lo que nos ha pedido el cardenal Terrazas en su homilía de hoy”.

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