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Unas cárceles humanas



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, Domingo, 21 de marzo de 2010

La cárcel de máxima seguridad San Pedro de Chonchocoro se encuentra muy cerca de la ciudad de El Alto, motivo por el cual la noticia de los incidentes producidos en ella tuvo mayor resonancia produciéndose debates en el naiclú Malena entre los habitúes del local y hasta un intento de manifestación en contra del alcalde alteño, señor Fanor Nava, exigiendo para el Malena un baño sauna, parrillero y un gimnasio iguales a los que goza el ex presidente de la República general Luis García Meza, quien cumple 30 años de prisión sin derecho a indulto en el mencionado penal.

Cuando mis amigos alteños y las chicas del varieté me preguntaron sobre el asunto, les dije:

“Me alegra que un preso de Chonchocoro goce de comodidades como el baño sauna, un gimnasio y un parrillero; y ojalá que todos los presos de esa cárcel y de otras gozaran de esas comodidades pues han sido privados del bien más grande que Dios le ha dado al hombre y que se llama Libertad”.
Las chicas del varieté me besaron en la frente, en las mejillas y hasta en mis orejas dejándome cubierto de rayitos y estrellitas que iluminan su maquillaje, pero nunca faltan encontrones y por ahí saltó otro cholo malencarado y bilioso que a título de abogado me dijo:
“La cárcel es una sanción por delitos que cometen los reos y la pena debe ser severa para quien incumplió la ley, o sea, una celda oscura, una hora de sol al día, recibiendo de alimento sólo agua y pan”.
Esas palabras me hicieron temblar porque nadie está libre de una desgracia, o de una calumnia, o de una venganza política y aparece un abogado odiador y obsesivo que logra meterte en la cárcel de Chonchocoro por 30 años, con una hora de sol al día, incomunicado con el resto del mundo y sometido a pan y agua.

Entonces llegaron mis amigos yatiris Calimán y Cocarico, perdón Titirico, que se integraron al diálogo y uno de ellos dijo:

“Claro que una cárcel como la de Chonchocoro debería ser de máxima seguridad y no de máxima comodidad, pero en un penal nunca debería estar ausente el sentimiento de humanidad”.
Esta vez las chicas del varieté se fueron a los brazos de Calimán para cubrirlo de besos, pero no tanto como lo hicieron conmigo.

El yatiri Titirico me pidió que contara algo de mi breve reclusión en la cárcel de San Pedro cuando yo era joven y no me hice de rogar. Allí estuve recluido 20 días acusado de bigamia. Y fue entonces cuando conocí la amistad de mis compañeros presos y también la humanidad de mis carceleros que me compraban cigarrillos, galletas y sabrosos platos de comida. También, una noche que estaba triste me lo compraron whisky, aunque el favor más grande que le debo al humilde policía que me custodiaba fue cuando me dijo:

“Sé que estás acusado de bigamia, pero no te preocupes, porque una de tus mujeres te visitará los lunes, miércoles y viernes y la otra lo hará los martes, jueves y sábado. El domingo podrá visitarte tu verdadera esposa”.
Ésa es pues una cárcel y ese humilde policía simboliza la amistad y el sentimiento de humanidad para quien perdió temporalmente la libertad.

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