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Delegación de angelitos



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La Paz - Bolivia, Martes, 15 de junio de 2010

Es difícil explicar en el exterior algunos episodios del acontecer boliviano, y es por ello que me vi en figurillas esta mañana cuando mi tía Resty me llamó desde Estocolmo, Suecia, pidiéndome que le proporcionara mayor información sobre lo que sucedió en Uncía, en los ayllus.

—Sobrino querido, hablas con tu tía Resty, tu tía cochala que vive en Estocolmo.

—¡Tía Restituta viuda de Batistuta! Creí que te habías muerto porque la otra noche escuché hablar bien de ti.

—¿Quién te habló bien de mí?

—Un marinero sueco que te había conocido en Estocolmo y tuvo negocios con tu empresa “Nabos escandinabos”.

—No recuerdo, sobrino, es que en materia de nabos tengo muy mala memoria. Te cuento que te llamo porque muchas amigas y amigos suecos han preguntado acerca de hechos horribles que habían sucedido en unos ayllus del norte de Potosí.

—Algo muy terrible, tía Restituta viuda de Batistuta, noble viuda de un guerrero: cuatro policías que fueron linchados por los comunarios y que se negaban a entregar sus cadáveres.

—¿Y qué hizo la Policía para sancionar ese crimen cometido con los propios policías?

—Nada, tía, porque los victimadores no permitieron el ingreso a la región a los policías ni a los fiscales declarando “zona roja” e imponiendo “la ley del silencio” a todos los comunarios para evitar el peso de la ley.

—¡Qué horrible crimen sin castigo, querido sobrino! ¿O sea que los autores de tales crímenes todavía no han sido detenidos, juzgados ni encarcelados?

—No todavía, tía Resty, pero ahora han decidido venir a La Paz para entrevistarse con las autoridades y conseguir que éstas los declaren intocables.

—¿Intocables..? Qué cosa más increíble y hermosa. Si yo hubiera sido intocable, otra hubiera sido mi vida, no me habría llamado Restituta, no habría salido nunca de Cochabamba como exiliada por propia voluntad, nunca habría venido a vivir en Suecia y jamás habría fundado mi empresa “Nabos Escandinabos”. Toda la vida soñé con ser una “intocable”, pero nunca pude conseguir ese título privilegiado.

—¡Pobre tía mía! Ahora podrían ser declarados “intocables” todos los comunarios de los ayllus potosinos. Al menos lo solicitarán así ante nuestras autoridades de Gobierno.

— Y qué dice la gente ante esa posible aberración? Tú deberías preguntarles a los senadores y diputados cómo pueden existir intocables en una sociedad civilizada.

—He preguntado a algunos ciudadanos y me han explicado que los originarios son todos unos angelitos y constituyen “la reserva moral de nuestro país”.

—Todo lo que me cuentas es muy triste para mí. Menos mal que vivo en Estocolmo, Suecia, donde los que delinquen no son intocables.

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