© by Paulovich |
Jueves, 22 de Marzo de 2012
En días pasados, mi comadre Macacha me contó -enternecida- que somos el único país en el mundo gobernado por un hombre inocente y casi un santo, mientras que Alemania sufría bajo la mano implacable de la señora Angela Merckel, Francia padecía por los vaivenes sentimentales del presidente Sarkozy y Estados Unidos se debatía ante la política liberal del presidente Obama que no pudo cumplir muchos de sus postulados primeros.
Ante la cara de coj... que puse al escuchar decir a mi comadre que nuestro Presidente es un caso singular de inocencia y santidad, la chola cochabambina me dijo:
“no ponga esa cara de coxuater que no le sienta bien, compadrituy, pero yo he escuchado, con estas orejas que Dios me ha dado, decir que no ha buscado llegar a la Presidencia para robar ni matar y que si ha cometido errores y desaciertos es por culpa de sus asesores, consejeros y abogados...”.
Sonreí ante el candor de mi comadre y le repliqué diciendo que soy uno de los periodistas más viejos y que en mi larga vida he conocido a todos los presidentes de Bolivia desde Paz Estenssoro al actual Evo Morales y en la larga lista no hay uno que pueda ser calificado de inocente y de santo.
La cholita Macacha se puso terca y no dio brazo a torcer y poniéndose de pie y batiendo palmas ante mi rostro exclamó entusiastamente:
“Va usted a saber, compadre, que Evo es inocente, el único inocente de los gobernantes del mundo y que si firma leyes y decretos, lo hace sin leer, confiando en sus colaboradores, asesores, ministros y dirigentes del MAS...”.
Como tampoco yo me iba a dejar ganar una discusión por una cholita sin estudios, por muy cochabambina que fuera, dije a mi ingenua comadre:
“yo soy un viejo lobo de mar y también un lobo de bar y me he enterado de que en nuestro país no se mueve ni una hoja sin conocimiento ni autorización del presidente Evo Morales y que en virtud de tal hecho, mal puede usted argumentar -queridísima comadre- que nuestro mandatario sea un inocente y cuasi un santo. Todos son responsables de lo malo y de lo bueno que realiza un gobierno”.
Como las mujeres son como Jalisco que nunca pierde y si pierde arrebata -como dice la canción mexicana-, Macacha tomó la palabra nuevamente y dijo:
“¿Así que en este nuestro país no se mueve ni una hoja sin el conocimiento y consentimiento de nuestro presidente Evo, se refiere usted también a las hojas de la coca?”.
Sin inmutarme le dije:
“También me referí a las hojas de coca, pues estoy seguro de que el señor Evo sabe dónde y para qué se mueven las hojas de coca, pues es el máximo dirigente de las Siete Federaciones del Trópico Cochabambino”.
Mi comadre calló y luego de unos instantes dijo:
“qué me importa si el Presidente es o no es santo o pecador, inocente o culpable y le invito a usted, compadre, a bailar en el “Malena”, donde no importa que usted sea inocente o culpable, ni santo o pecador, aunque mejor sería que usted fuera pecador y yo la culpable...”.
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