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Del Carnaval a las elecciones



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, Martes, 23 de febrero de 2010

Mi reunión familiar se realizó el domingo pasado en casa de mi tío Huevastián, quien con la cortesía que le caracteriza nos envió unas invitaciones impresas cuyo texto reproduzco:

“Huevastián Huanca saluda afectuosamente a su querido(a) pariente y tiene el honor de invitarle al almuerzo que ofrecerá en su domicilio el domingo 21 con motivo de despedir al Carnaval 2010 y las elecciones para gobernadores y alcaldes del próximo 4 de abril. Espero su gentil concurrencia”.

Como podrán imaginarse, mi tío Huevastián vive en El Alto, cerca del Río Seco, cuyas aguas se habían desbordado con las últimas lluvias causando algunos daños en la vivienda de mi pariente que me dijo al llegar: “¿No te parece una yemada que las aguas del Río Seco se desborden? Eso pasa sólo en nuestro typical país”. Me solidaricé con su desgracia y abrazándolo le dije: “Peores cosas nos pasarán, tío Huevas”, lo que nuevamente indignó a mi pariente, quien me aclaró con bronca: “No me llamo Huevas, pues mi nombre completo es Huevastián”, para luego darnos un nuevo abrazo reconciliador.

La primera ceremonia que se realizó fue el Entierro del Pepino, que estuvo dirigida por mi tía Semáforo, quien pronunció sentidas palabras refiriéndose a ese personaje popular que resultó siendo hijo natural del arlequín europeo. Cuando inhumó la vestimenta del Pepino rellenada con aserrín, la tía pícara de la familia dijo a los presentes que el entierro no estaría completo sin la inhumación del chorizo, que le fue proporcionado por el encargado de la parrilla. Mis parientes mujeres derramaron algunas lágrimas de mentirijillas en la inhumación del Pepino y su chorizo, mientras los varones reflexionamos sobre el paso del tiempo recordando las muchas veces que vestimos ese disfraz criollo con el cual nos acercábamos a las damas y también a las alegres cholitas.

Ese nostálgico ritual concluyó cuando mi tío Huevastián anunció a los invitados: “Por fin concluyeron los carnavales y ahora comienzan la elecciones”, ingresando todos en una etapa de alegría desbordante, como si las elecciones nos pusieran más contentos que el pasado Carnaval. ¿O es que todo será una fiesta continuada hecha de cumbias y cuecas donde intercambiamos mensajes mentirosos y declaramos falsos amores con las fingidas voces de pepinos y mascaritas?

Del Carnaval a unas nuevas elecciones, todo seguidito como por un tubo. Y así como en el Carnaval hubo momentos en que yo rebotaba de chola en chola, ahora rebotaba de tía en tía que me decían en la oreja: “Tienes que votar por la Elizabeth”, “tienes que votar por Cocarico”, y a todos les contestaba que así lo haré, mientras seguía bailando las cumbias villeras sin saber a ciencia cierta si el Carnaval continuaba o si éste había concluido y habían comenzado las campañas electorales, o si ambas cosas eran iguales. Lo cierto es que la fiesta de mi tío Huevastián fue un éxito y nos hizo olvidar el desborde de las aguas del Río Seco.

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