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Alegrías de un colla feliz



© by Paulovich


La Paz - Bolivia, Jueves, 24 de septiembre de 2009

Nunca olvidaré las palabras de un camba inteligente que se sentó a mi mesa en el viejo Café del Club de La Paz, donde solía reunirme cotidianamente con mis amigos collas para criticar al Gobierno de turno en aquellos años felices, cuando Evo era jovencito y alegraba sus horas tocando la trompeta en una prestigiosa banda de música.

Aquel cruceño, al ver nuestros rostros taciturnos y advertir nuestra tristeza metafísica que nos llevaba a decir que Bolivia se nos moría entre las manos, y que el Gobierno de entonces era el peor y el más corrupto de nuestra historia, sonrió ante nuestra gravedad acartonada “levuda”, invitó una ronda de café para todos y dijo: “Lo que les pasa a ustedes es que todos vienen al café con su k’epi de angustia cargado a la espalda, mientras yo dejo mi k’epi de tristezas en mi casa cuando salgo de ella para salir a las calles y venir a un café”. Encontré mucho de verdad en la observación del sagaz cruceño y desde entonces soy menos solemne cuando salgo de mi casa.

Cuando los altavoces de la Expocruz anunciaban al público que se había extraviado un viejo bebé colla de 82 años y que respondía al nombre de Paulino Huanca, yo me desternillaba de risa en compañía de mi tía Uberlinda, porque cuando llegué a la bella capital oriental me registré en el hotel como Piroco Waca Diez, nacido en el Oriente Medio, o sea en Vallegrande, la tierra del “colla-camba superado”, como la llamó el insigne vate Neftalí Morón de los Robles.

En Santa Cruz soy, pue, Piroco Waca Diez y salgo por las calles con mi polera celeste, presentándome como hincha de Blooming y como paisano y amigo de Branko Marinkovic, del prefecto y gobernador señor Costa y también paciente del doctor Dabdoub.

En mi delirio ingreso a todos los locales donde se baila, y como dejé en La Paz mi “k’epi de angustia”, no se quién es el Presidente de la República, ni tampoco recuerdo al sabio marxista-katarista que ha leído más libros que yo, pero yo los he comprendido mejor porque una de mis tías me enseñó cuando era niño que la indigestión de libros es más dañina que una indigestión a causa de porotos “Soto”.

Salgo por las calles cruceñas y me pongo a cantar a voz en cuello versos inolvidables que cantaba Gladys Moreno: A vos, a vos que sabes del amor, a vos te pregunto por qué hay dolor, dolor de amar, dolor de esperar, ¿y en la alegría también hay dolor?... En la madrugada, cuando retorno al hotel cantando las estrofas de Yo soy el trasnochador, y al día siguiente escribo mejor, como me lo aconsejó Manfredo Kempff Suárez, compañero de bohemia en nuestras noches de Madrid y en algún crucero por el Caribe. Manfredo estará hoy compartiendo con otro colla-camba superado, Cato Siruco, que cumple y yo iré como “colador”.

Me siento feliz en Santa Cruz y me parece que una parte de mi alma se ha vuelto camba porque soy un colla alegre, bailarín e inteligente. Como que me llamo Piroco.

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