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Fiesta a la boliviana



© by Paulovich


Jueves, 10/Sept/2009

Mis amigos yatiris me invitaron a participar en la fiesta democrática boliviana que se realizaría en la plaza Avaroa de La Paz con motivo de la entrega de las listas de candidatos que intervendrán en las próximas elecciones de diciembre, en las oficinas de la Corte Nacional Electoral.

Como es natural, me resistí a asistir a la mencionada fiesta por no estar invitado por el dueño de casa, pero ellos insistieron manifestándome que todos mis amigos estarían allí y que nadie sospecharía de que yo estuviera allí como “colador”. Ante tanta insistencia se quebró mi resistencia y fui con ellos a la dirección indicada.

Cuando llegamos me sorprendió ver a un apreciable número de policías armados protegiendo las cuatro esquinas de la plaza Avaroa y que el jefe del destacamento se cuadrara y saludara militarmente a los yatiris, a quienes les solicitó con toda cortesía que le mostraran sus invitaciones, ellos las enseñaron al jefe policial y le explicaron que yo no portaba la mía porque mi mujer se había quedado con la tarjeta, pero que ellos respondían por mí, pues yo era un hombre de su confianza. Al escuchar ese testimonio, el policía se cuadró militarmente ante mí y nos abrió el paso hacia el lugar de la fiesta democrática, o sea la plaza Avaroa, que ya se encontraba llena de simpatizantes del Movimiento Al Socialismo (MAS), pues todos vitoreaban a Evo y Álvaro, pensando en mi ingenuidad que se trataba del cumpleaños de ambos o que los dos políticos habían decidido comprometerse en matrimonio, no entre los dos, sino cada uno por separado con su novia respectiva.

Ya en medio del gentío de invitados que desbordaba la plaza Avaroa, mi amigo Titirico fue a saludar a uno de sus amigos importantes que había organizado la fiesta y cuando reapareció trajo en sus manos dos botellas de buen singani y una botella de “chinchirel” (así llama él al ginger ale) y nos invitó un rico chuflay que alegró nuestros corazones. Uno tras otro chuflay aumentaron nuestro entusiasmo y el yatiri Calimán sacó un papel del bolsillo y nos invitó a gritar: “¡Abajo el carajo del Manfred Reyes Villa y cárcel perpetua para Leopoldo Fernández!”, y toda la muchedumbre empezó a gritar lo mismo, sin que yo pudiera comprender lo que pasaba, pues gritos parecidos eran proferidos contra don Samuel Doria Medina y un tal Román Loayza.

Ya medio tundikis, los tres nos fuimos acercando a la puerta principal de la casa donde se realizaba la verdadera fiesta, llegando al sitio privilegiado desde donde podríamos ver pasar a los principales invitados. Cuando llegaba uno, le obligaban a pasar por una especie de callejón oscuro donde estábamos nosotros y uno de los jefes ordenaba los peores insultos para cada uno de los recién llegados, más patadas en sus culos —perdón, traseros— opositores, enemigo del cambio, del Evo y de su revolución. Los que se hallaban más lejos tuvieron que resignarse tirándole con piedras, botellas y otros objetos contundentes.

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