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Habla Pedro D. Murillo

PAULOVICH © 2009 by Paulovich

Me pareció difícil la tarea que me encomendó el Director del periódico cuando me dijo escueta y autoritariamente: “Entreviste usted a don Pedro Domingo Murillo”, y tuve que cumplir la orden, aunque ya sabía que este importante señor había sido ahorcado en enero de 1810.

La plaza que lleva su nombre se encontraba llena de invitados extranjeros de alto rango, diplomáticos, autoridades locales, estudiantes y cholas de hermoso color y elegantes atuendos que depositaron ofrendas florales al pie del monumento al protomártir, hasta que vi que un señor bajó del pedestal y se puso a mi lado, reconociéndole de inmediato, pues era don Pedro Domingo Murillo.

—¿Es usted don Pedro Domingo Murillo?

—El mismo que viste y calza, ¿y usted quién es?

—Soy periodista del Achacachi Times y soy traductor en algunas ferias de Cochabamba y

El Alto.

—¿Qué obras ha traducido usted?

—Ninguna obra, pues sólo traduje su nombre al inglés y por ello en los países anglosajones le conocen a usted como Peter Sunday Little Wall. ¿Cómo se siente, don Pedro, al cumplirse 200 años de la revolución comandada por usted?

—Me encuentro bien porque la mayor parte de los bolivianos aprecian y defienden la Libertad recordando siempre la frase que pronuncié antes de ser ahorcado por las autoridades españolas.

—¿Usted no tiene miedo de ser ahorcado?

—No, don Pedro, sólo me podrían ejecutar mis acreedores. Dígame, don Pedro, ¿cuál fue exactamente la frase que pronunció antes de morir? Porque en 200 años algunos cholos que pronuncian mal el castellano se refieren a “la tía de Murillo”...

—¡Qué irreverencia! Yo me referí a la Tea de la Libertad y es por ello que dije: “Compatriotas, la tea que dejo encendida, nadie la apagará”.

—¿Por qué los revolucionarios de julio le eligieron su comandante?

—Nadie me eligió, yo fui el jefe de un grupo de patriotas que ansiaban una patria libre, un continente libre.

—¿Qué hechos históricos impulsaron su actividad patriótica?

—La independencia de Estados Unidos y luego la Revolución Francesa, que cambiaron el mundo de aquellos años, llegándonos su trascendencia a través de la Audiencia de Charcas, cuyos doctores se encargaron de iluminar a los patriotas de la ciudad de Charcas, La Paz, Cochabamba y otras de América del Sur, mi querido colega.

— ¿Por qué me llama usted colega, Don Pedro?

— Porque usted también tiene cara de protomártir y no me extrañaría que algún día lo fusilaran...

—No creo en esa posibilidad, pero si tal hecho sucediera y me condenaran al fusilamiento por mi amor a la Libertad, no sentiría miedo y frente al pelotón de fusilamiento diría: “Pelotón, yo muero, pero a mí nunca me llamarán pelotón, como a ustedes”.

—Vuelvo al pedestal de mi monumento a sufrir el rigor de esas malditas palomas que se encariñaron conmigo.

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