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La dignidad es importante

PAULOVICH © 2009 by Paulovich

Al conocer la suspensión definitiva de los beneficios de la ATPDEA a Bolivia, el presidente Evo declaró que la dignidad es más importante que los beneficios económicos, pensamiento que me conmovió, pues en ese momento me encontraba “yesca”, pues no había podido vender ni una sola prenda usada en mi quiosco La Macacha, situado en las cercanías de la Buenos Aires Ave.

Como la necesidad es madre de la imaginación, decidí inmediatamente poner a la venta un producto de mi invención que se llama “Elixir Dignidad”, que no es otra cosa que agua destilada mezclada con mate de coca y que se debe beber por gotas en los momentos de necesidad, cuando el enfermo no tiene trabajo y siente hambre, y su familia le pide un plato de comida.

Comencé por probarlo yo, y se lo di a probar a mi mujer. Inmediatamente me sentí fortalecido y con ganas de trabajar y de lanzarme al mundo para conquistarlo. Abracé con fuerza a mi mujer y le di un beso en la oreja, hasta que la española tuvo que pedirme en medio de un sofocamiento bárbaro: “Ya no me apechugues más, cholito mío”. Sujetándola con un brazo que rodeaba su cuello le obligué a abrir su boca y le administré diez gotas de mi “Elixir Dignidad”.

Su reacción fue inmediata, pues me dijo: “¡Qué bien me siento, cholito mío, no tengo hambre ni sed, y tampoco tengo ganas de acudir al mercado Rodríguez para hacer la compra semanal de artículos inútiles como carne de ternera, pollo, huevos, papas y otras verduras, alimentos que se utilizan en los mercados capitalistas de New York, Madrid, La Paz o Zaragoza, ¿podrías darme otras diez gotas del ‘Elixir Dignidad’?”. Le dije que no, porque una dosis mayor podría matarla, impidiéndole llegar al 6 de diciembre, fecha de la reelección de Evo con el padrón antiguo, que es más interesante que el Padrón Biométrico.

Cuando los primeros curiosos llegaron a mi quiosco, quedaron boquiabiertos ante mi invento del “Elixir Dignidad” y alguno comentó al conocer sus propiedades: “Hoy las ciencias avanzan que es una barbaridad”, preguntándome otro si mi elixir le serviría para encontrar trabajo en la ciudad de El Alto, pues acababan de despedirlo. Sin dudar, le respondí: “Si usted bebe mi elixir no necesitará trabajo y saldrá por las calles a enseñar su nueva personalidad, su guapeza y su optimismo, cantando alegremente ‘yo bebo el Elixir Dignidad y eso me trae felicidad... Elixir Dignidad nos dará la Libertad’”.

Vendí como quinientos frasquitos del Elixir Dignidad y la gente se fue “chocha de la vida”, recomendándoles que respetaran la dosis prescrita de diez gotas por día y que no lo bebieran caprichosamente porque una sobredosis del Elixir Dignidad podría enloquecerlos o llevarlos a la muerte como al rey del pop, Michael Jackson.

Feliz con mi invento, me negué a dar la receta completa, o sea, la composición de mi producto, diciéndoles solamente que contiene agua, un poquito de mate de coca y un polvillo blanco que me pareció bicarbonato.

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