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Progresamos en Salud Pública



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, miércoles, 11 de agosto de 2010

A raíz de mis múltiples achaques dejé de asistir unos días, mejor dicho algunas noches, a mis clases de tango que imparto en la ciudad de El Alto en uno de los salones del naiclú Malena y al volver a ellas obligado por mis bajos ingresos me encontré con los habitúes, nobles intelectuales alteños, admiradores del alcalde Patana, brujos andinos y bailarines que combaten el frío bebiendo “menta frapé”.

Un ciudadano atento me preguntó por mis achaques y le dije que éstos no eran graves pero sí continuos y variados, y que mi temor era que me achacaran por las manifestaciones de los gremialistas y comerciantes de la Uyustus ante la nueva Ley de Aduanas, o de embarazar a una bailarina del local a mis 83 años, cual si fuera un personaje público.

Se acercó muy solícito el yatiri (sabio en aymara) Calimán y en su afán de ayudarme me habló de la medicina tradicional impulsada por el Gobierno del presidente Evo y de su ministra de Salud, la doctora Heredia, que le cepilló el piso a su antecesora la doctora Sonia Polo con el apoyo del Partido Comunista.

Agradecí la información sobre la medicina tradicional y le manifesté francamente que yo no creo en ella porque me entero cada día de los avances de la medicina científica que da pasos agigantados en prevenir y curar a los enfermos a partir del conocimiento del genoma humano.

Vino el yatiri Titirico en apoyo de Calimán y me dijo que la máxima autoridad en Salud había dispuesto que el antiguo Hospital Juan XXIII que funcionó con aportes católicos hoy se convertiría en un hospital de medicina tradicional. Imaginé lo que sería este centro médico y cerré mis ojos: Un hospital donde flameará la wiphala en vez de la Cruz Roja Universal. Detrás de un mostrador un hechicero que me saluda en aymara y me dice kamisaki tatay (¿Como está Sr.?) y yo le respondo waliki (muy bien), doctor, y luego me presenta a la Pachamama que es un adefesio al lado de la Virgen de los Remedios, patrona de los enfermos.

Después dos enfermeras vestidas a la usanza tiwanacota me toman la presión mostrándome sus ñuñus (glándulas mamarias) y dicen “tu presión está muy baja, cawallero”. Cuando digo a una de ellas que me duele la barriga, el curandero me dice:

“Te voy a poner una lavativa con hierbas que he recogido en Chuma, pero como no usamos instrumentos extranjeros, te voy a poner el enema con un pututu que está agujereado en la punta”.
Naturalmente le digo que no y que prefiero morirme.

Al ver mi rechazo, comienzo a tocarme la barriga para indagar sobre mi mal. Entonces pregunto si tienen un tomógrafo y el curandero me dice que sí y me lleva a una sala llena de botellas, y me dice orgulloso:

“Este cuarto es nuestro tomógrafo porque aquí tomamos todo: hay alcohol, agua oxigenada, té con té para los resfriados y una botellita de whisky por si llega un gringo o un periodista”.
Después de esa visión y escenas imaginadas dije a los yatiris:
“Estamos progresando en Salud Pública. Con razón cuando el presidente Evo se enferma cura sus dolencias en una clínica exclusiva manejada por médicos cubanos”.

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