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Desde ayer soy autónomo



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La Paz - Bolivia, viernes, 23 de julio de 2010

Al saber que el presidente Evo promulgaría la Ley Marco de Autonomías a la velocidad de un rayo, me levanté muy temprano para enterarme de su contenido y, sin poder contener mi impaciencia, disqué el número de teléfono del distribuidor de diarios en mi zona para reclamarle por la demora en dejármelo en mi casa, pero lamentablemente me habían cortado la línea telefónica por falta de pago.

Contrariado, llamé a mi empleada del hogar, la Winonna, pero ésta no había llegado aún a mi casa debido a que se encontraba resfriada y la mañana estaba muy fría, por lo que tuve que esperar a que llegase para que me preparara el desayuno.

Pensando en que era una manera muy bonita para comenzar mi primer día de ser autónomo gracias al presidente Evo, a su Vicepresidente y a los honoratos que componen la Asamblea Legislativa del Estado Plurinacional, Multicolor y Folclórico, comencé a cantar un aire nacional cuya letra decía: Gracias a Dios soy autónomo, viditay, soy autónomo; qué les importa que me alegre, si me emborracho es con mi plata. En esta banda y en Cochabamba, la alegría es la que manda, palomitay. Pensando también en Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y Chuquisaca, donde la gente estaría chocha de la vida porque, al fin, había llegado la autonomía.

El primer día de mi autonomía era una hermosura porque me habían cortado el servicio telefónico por exceso de pago y no pude desayunar por el atraso de la empleada, pero nada importaba, porque al fin yo era autónomo gracias a los que sabemos. Felizmente, antes de salir a la calle llegó mi comadre Macacha, con quien nos abrazamos respetuosamente gritando a dúo: “¡Viva la Autonomía!”, diciendo Macacha: “¿Qué queremos?”, y respondiendo yo: “La autonomía”. “¿Cuándo?”. “Ahora, carajo”.

Macacha, que ya era autónoma desde que murió su marido y le dejó varias propiedades urbanas, vehículos de gran tonelaje, joyas e incluso un diente de oro y muchísima plata, me dijo:

“Está bien pues que yo festeje mi autonomía, pero no tú que dependes de las remesas que te manda tu esposa y también te diviertes con los préstamos en dólares que yo te concedo, ¿cómo puedes alegrarte de ser autónomo? Autonomía sin plata no es autonomía”.
Aunque sabía que Macacha tenía la razón, le dije que las remesas de mi esposa eran como la ayuda externa que reciben los países más dignos de la tierra y que eso no era un óbice para sentirme autónomo y alegrarme por ello. Ese momento, para adherirse a mi felicidad autonómica, me llamaron del periódico para recordarme que debería entregar mi crónica del día sobre la Ley de Autonomías promulgada por don Evo, y Macacha me dijo luego de echar una risotada: “Felicidades, compadre autonómico”, queriendo significar que la única autónoma era ella porque autonomía sin plata no es autonomía, agravándose más si sobre un Gobernador habrá cinco autoridades del Gobierno sobre sus decisiones.

Insistiendo en mi felicidad autonómica y luego de escribir mi crónica, la invité al naiclú “Malena”, donde bailamos: Gracias a Dios soy autónomo, qué les importa que me alegre, si me emborracho es con mi plata...

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