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El presidente Evo en New York



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La Paz - Bolivia, miércoles, 22 de septiembre de 2010

Esta crónica no es producto de mi imaginación sino de la información proporcionada por mi amigo el yatiri Calimán que viajó en calidad de asesor en Relaciones Exteriores y Política Mundial de la Cancillería del Estado Plurinacional, Multicolor y Folclórico, antes República de Bolivia, integrando la comitiva que asistió al nuevo período de sesiones de las Naciones Unidas.

Calimán me relató que la noche anterior al viaje de la delegación boliviana, el canciller Choquehuanca le había ordenado que desarrollara toda la liturgia tiwanacota para bendecir la potente nave presidencial en honor de la Pachamama y que así lo hizo k’oando al avión y rociando de pisco todos los rincones del aparato y las imponentes turbinas y todo el fuselaje.

Me dijo Calimán: «Nos elevamos suavemente cual si el avión presidencial fuera una palomita y cuando volábamos a diez mil metros de altura, la delegación boliviana pudo sesionar trazando los objetivos principales y la estrategia que seguiríamos para alcanzar aquéllos. Luego aterrizamos en el aeropuerto de New York como ‘sedita’ y no como k’arkancho como lo hacen algunas naves comerciales rusas y norteamericanas».

Dijo Calimán continuando con su relato: «El primero en descender del avión fue el presidente Evo, que ya es un ‘canchero’ en estos menesteres pues tiene más horas de vuelo que el presidente Obama, y casi tantas como la señora Hillary Clinton, secretaria de Estado y colega de nuestro ministro de Relaciones Exteriores, don David Choquehuanca, a quien amistosamente le llama my dear Choqui, Evo saludó al personal de nuestra Embajada de Bolivia en las Naciones Unidas y también a otros llunkus que acudieron desde Washington y otras ciudades norteamericanas.

»Luego nos dirigimos a unas hermosas ‘limousinas', un metro más grandes que la que tiene en La Paz tu amigo el señor Rambler, y nos condujeron a un hermoso hotel cercano al edificio de Naciones Unidas, un hotel del que no quise contar cuántos pisos tenía para no parecer un provinciano de Achacachi. Al día siguiente, me levanté tempranito, cogí mis bártulos y con mi credencial de Delegado de Bolivia me dirigí a las Naciones Unidas para celebrar mis rituales ante la tribuna desde la cual nuestro presidente Evo se dirigirá a los representantes de todo el mundo, implorando a la Pachamama que Evo hable bien y sin tartamudear.

»Sé que nuestro presidente Evo, en este momento, está ensayando el discurso que leerá ante la Asamblea y hay orden de no interrumpirlo, ni hablarle de lo que pasa en Bolivia, donde el hermano Álvaro solucionará todo con su peculiar estilacho.

»Sólo a ti te cuento, y te ruego guardar el secreto es que a nuestro presidente le mandan salteñas, humintas, ‘fricachos' y otros manjares bolivianos para que no extrañe nuestra tierra y él está chocho de la vida por vivir durante unos días en la capital del mundo».

Me contó algunas cosas más pero Calimán me ha pedido guardar el secreto.

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