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Aprendamos a vivir sin luz



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, jueves, 30 de septiembre de 2010

Creo que fue un filósofo español el que alguna vez nos dijo: “Mundo sin noticias, mundo a oscuras”, acordándome de su sabiduría la otra tarde cuando me proponía escribir y no funcionaba nada, pues mis hermanos campesinos de Zongo habían decidido cortar la provisión de energía eléctrica a varias ciudades del país durante varias horas. Quise protestar contra mis hermanos de Zongo y reducirlos a la categoría de primos, pero mi comadre Macacha me tapó la boca con sus dos manitas y me dijo: “No proteste usted contra nuestros hermanos y más bien aprendamos a vivir en medio de las tinieblas”.

Aprovechando de la oscuridad, comencé a tantear su cuerpo para poder saber con quién hablaba, pero ella se hizo a un lado y me dijo que no me aprovechase de la falta de luz y que ella era mi comadre Macacha, y que ninguna parte de su cuerpo se parecía a un interruptor ni a un enchufe.

Aprovechando del tema eléctrico del que nos veíamos privados, pregunté a Macacha si ella funcionaba a 220 voltios o a 110, respondiendo la cochala que todo en su casa funcionaba a 220 menos una plancha que calentaba a 110, a lo que no tuve nada que objetar, pues yo sólo funciono con aparatos a pilas.

Mi comadre me ofreció su ayuda para buscar en medio de la oscuridad unas velas que la atenuaran buscando en los cajones de la cocina y el comedor, hasta que encontramos una que iluminó muy poco el comedor, mientras las tinieblas reinaban en todos los ambientes de mi casa.

Decidimos salir en busca de un almacén que seguramente vendería velas; tomados de la mano llegamos al lugar y adquirimos 20 velas instalándonos en el living para conversar un poco mientras reaparecía el servicio eléctrico. La comadre se puso en un sofá lejano al mío recordando un refrán que aprendió en Cochabamba y que decía: “Luces apagatus, manos tentatus” y era muy repetido cuando los jóvenes iban al cine.

Sonreí ante las inocentes diversiones de mi comadre y le conté que cuando yo era joven asistía por las noches a un local nocturno completamente oscuro donde uno podía bailar con su pareja sin que el resto del público los pudiera reconocer. El local se llamaba Moulin Rouge, igual a un famoso local que nació en el París bohemio de comienzos del siglo pasado.

El local paceño era conocido como el “Mulan Rush” por los paceños bohemios y su propietario y fundador fue don Pepe Naím, quien fue sucedido por su hijo Antuquito.

Le propuse a mi comadre Macacha convertir mi living en una sala de baile parecida a la que conocí, sólo para aprovechar la oscuridad con la que nos habían regalado nuestros hermanos (primos) de Zongo, pero Macacha se opuso y yo no insistí.

Al cabo de cuatro horas se encendieron las luces y pudimos hablar con mayor claridad y mayor clarividencia, recordándome Macacha nuestro viejo proyecto de instalar fábricas de velas en nuestras ciudades principales, pues los apagones podrían ser más frecuentes en épocas venideras. Avanti con las fábricas de velas.

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