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Con el Fundador de La Paz



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, miércoles, 20 de octubre de 2010

Como todos los años en esta fecha me tocó bailar con la más fea, en este caso con el más oscuramente desaparecido de los conquistadores españoles del siglo XVI, el capitán Alonso de Mendoza, fundador de la ciudad de La Paz, y debo hacerlo en circunstancias análogas a las del año pasado, por órdenes del Director del periódico.

En efecto, fui llamado a la Dirección y me acerqué al despacho temblando ante la idea de que iba a ser despedido por haber sido calumniado de racista, y al ver al Director me lancé a sus pies llorando: “No soy racista, señor Director, se lo juro por Dios”.

El Director me miró sorprendido a sus pies y me dijo: “Paulino Huanca, hoy debe usted entrevistar al capitán Alonso de Mendoza, fundador de La Paz desaparecido hace 462 años y no me venga con excusas de ninguna clase porque quiero que nuestros lectores sepan qué piensa de La Paz en esta época tan conflictiva”.

Encontré al Capitán en la parte superior de su monumento, pero había muchas autoridades a su alrededor, por lo cual me dirigí a una calle cercana donde había muchas pelanduzcas bebiendo ponches, alguna de las cuales me dijo: “Viejito pero sabrosón ¿me invitas un ponche llamado leche de tigre?”. Como soy un caballero, no pude rehusar a tal deseo y nos bebimos varios pues estas chicas llamadas en la actualidad “las hijas de Alonso” son simpáticas y no tienen dinero.

Cuando llegó la noche y desaparecieron las autoridades me acerqué al monumento que está en el centro de la Plaza de Churubamba y saludé al conquistador español, que me reconoció pues conversamos en años anteriores en esta misma fecha. Lo primero que hice fue preguntarle qué le parecía La Paz en este nuevo aniversario de su fundación.

“Es una ciudad que ha crecido mucho —me dijo—, pero sus alcaldes se preocupan más de las calles que de los habitantes, los que sufren problemas callejeros, problemas de seguridad peatonal que yo veo pues soy testigo del accionar de los delincuentes en contra de los transeúntes; veo cómo les roban sus carteras a las damas y las billeteras a los caballeros, sin respetar siquiera a los estudiantes, a quienes les arrebatan sus mochilas y unos aparatos que portan para hablar con personas distantes.

“La población del campo —siguió diciendo el Capitán— se ha trasladado a la ciudad y duerme donde puede y todos los paceños se hacen pis en las calles como prueba de confianza en el resto de los habitantes, y te cuento que también se hacen pis en mi monumento, lo cual me fastidia mucho”.

El fundador, disconforme con muchas obras que se realizaron, me dijo: “Desde aquí veo la Evaristo Valle, la avenida Santa Cruz y mi vista llega hasta El Prado, en toda esta zona hay muchos edificios hermosos pero también hay disparates como el mercado Lanza, que destruye el conjunto colonial que existía junto al templo de San Francisco…”.

Hablamos más y escribiré nuevas crónicas. Mientras tanto iré a beber otro ponche con esa ñatita clasificada como una de “las hijas de Alonso” por los habitantes de la zona.

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