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La llajua, patrimonio nacional



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, miércoles, 13 de octubre de 2010

Un grupo de investigadores de la Universidad Mayor de San Simón (Cochabamba) estudió la culinaria de la región resaltando varios matices del buen comer en Cochabamba y sus provincias, encontrando que la llajua es un factor unificador que interviene en casi todas las preparaciones, por lo cual la llajua debería ser declarada patrimonio nacional.

Al leer esta noticia enviada por Gisela Alcócer de Los Tiempos de Cochabamba, fui a buscar a mi comadre Macacha para comunicarle esta noticia que me pareció muy importante porque ella sabe cosas del yantar cochabambino y fue gracias a su habilidad culinaria que ganó el corazón de mi familia hasta convertirse en mi pariente espiritual y principal proveedora de fondos en épocas de crisis.

Cuando la vi, trascendían de ella aromas de quirquiña y huacataya y me pidió disculpas por ello, explicándome que en esos momentos se encontraba moliendo llajua en el batán con una piedra en forma de U, ayudada por un morokko que se parecía a sus rodillas de las cuales hablamos hace unos días. Entonces le dije que precisamente venía a comentarle que en la Universidad de Cochabamba algunos investigadores, entre ellos don Marcelo Aramayo, habían acordado solicitar a las autoridades del país que la llajua fuera declarada “patrimonio cultural de Bolivia porque su degustación era común en la mayoría de nuestros compatriotas pues la llajua era saboreada por blancos, mestizos y originarios. Macacha aplaudió la idea de los catedráticos de San Simón y agregó: “Yo siempre te he dicho, compadre, que los cochabambinos somos muy inteligentes”.

Pregunté a mi comadre cómo preparaba la llajua y me condujo hasta su batán instalado en el patio y comenzó a partir locotos transversalmente por la mitad conservando el corazón y las venas locotales en la molienda con la piedra en forma de U, colaborada por el infaltable morokko; un poco de agua facilitaba la molienda del tomate, y agregaba un poco de sal y dosis proporcionales de quirquiña y huacataya que en medio del tomate molido y una pizca de sal te proporcionan una de las más deliciosas salsas bolivianas.

La receta que me dio Macacha es casi la misma que figura en la crónica periodística, a la cual habría que añadir el buen consejo de otro cochala: “Cuando se están moliendo los locotos se debe insultar a éstos con palabrotas criollas de grueso calibre para enojar a éstos y hacerlos rabiosamente picantes”, ingenioso secreto que manejan las buenas cocineras que fabrican la llajua.

Cuando empecé a escuchar tales groserías y cochinadas de los labios siempre moderados de Macacha quise retirarme del lugar, pero ella me contuvo diciendo que tales insultos no se hallaban dirigidos a mí sino a los locotos para que se pusieran rabiosamente picantes.

Me adhiero a la opinión de los investigadores de la Universidad de San Simón de proclamar a la llajua patrimonio cultural de los bolivianos y declaro públicamente que entre las estampas domésticas más sugestivas está la de una chola moliendo llajua sobre el batán.

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