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La Paz - Bolivia, viernes, 26 de noviembre de 2010

Me encontraba rezando el santo Rosario en compañía de mi tía Encarna, pidiendo a la Virgen María la curación de la rodilla izquierda del presidente Evo que se volvió a hinchar luego de su desafortunada intervención en la Cumbre de Ministros de Defensa de las Américas, cuando irrumpió en el oratorio mi comadre Macacha para darnos malas noticias procedentes del Chapare cochabambino.

Profundamente conmovida, nos pidió que concluyéramos con nuestras plegarias marianas y fuéramos con ella y muchos cochabambinos a proteger y defender al arzobispo de la Diócesis, mejor dicho, Arquidiócesis de Cochabamba, monseñor Tito Solari, quien había sido amenazado por las huestes diabólicas de las seis federaciones de cocaleros del Chapare cochabambino, dirigidas por el satánico dirigente Gualberto Bustamante, aunque el jefe supremo continúa siendo el Presidente del Estado Plurinacional, Multicolor y Folklórico, antes República de Bolivia.

Guardamos nuestros rosarios, apagamos las velas encendidas en honor a la Madre de Dios y nos fuimos a organizar la defensa de nuestro Arzobispo, quien había sido designado por el Papa para iluminar y dirigir las almas de los cochabambinos, incluidos los chapareños.

Mi primera intención fue la de buscar la colaboración de amigos fortachones como el negrito Guardia, el moreno (bailarín) Raulito Azcargota y el escritor Winston Extremadoiro, pero Macacha me pidió que no lo hiciera todavía porque las noticias aún no eran oficiales.

Hasta que llegamos al Arzobispado, sorprendiéndonos de que no hubieran guardias armados para proteger al Pastor amenazado por los cocaleros chapareños de ser expulsado del país dentro de 48 horas si no declara que en el Chapare no se produce cocaína y que la droga no amenaza a los jóvenes y niños chapareños, quienes sólo se alimentan de fruta.

Macacha organizó la defensa del Palacio Arzobispal, que de palacio sólo tiene el nombre, donde reside el Pastor de la grey cochabambina, uno de los rebaños más difíciles de gobernar, sobre todo en esta época del incremento de los cocales, no sólo en el Chapare, sino en otras provincias, y del auge en la fabricación de la cocaína y del narcotráfico, actividades que han enriquecido a muchos cocaleros, entre los que sobresalen los barones de la coca, ciudadanos muy afortunados y que tienen mucho poder económico, político y social, como para exigir que sea expulsado de Bolivia el arzobispo monseñor Tito Solari. ¡Qué atrevimiento!, como dijo mi comadre Macacha que hoy está de ñañas con mi tía Encarna, pues ambas son cochabambinas y platudas.

Macacha fortificó la guardia del Palacio Arzobispal dotándola de garrotes que aquí se llaman “makanas”, y mi tía Encarna nos ha dotado a todos de crucifijos que lavantaremos para defender a nuestro pastor católico; también hemos dotado a la residencia episcopal de 200 turriles de agua bendita que será lanzada contra los atacantes del Chapare si es que se atrevieran a atacar la casa de nuestro jefe espiritual. El agua bendita hará aullar a los invasores chapareños como lo hace con los demonios.

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