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Marcha de cacerolas vacías



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, jueves, 11 de noviembre de 2010

Hace unos días fui convocado por mi comadre Macacha a una marcha de cacerolas vacías en la ciudad de Santa Cruz y como nos encantan las marchas callejeras, las manifestaciones públicas y otros actos similares, nos dirigimos inmediatamente a la capital oriental, no sin antes llenar nuestras valijas de cacerolas, unas de aluminio, otras de fierro enlozado, algunas nuevas y otras abolladas, sin excluir las ensarradas y también a las con agujeros.

Mostrando nuestras cacerolas, salimos del aeropuerto y fuimos recibidos solidariamente por todas las señoras, señoritas, cunumicitas, cambitas, collitas, cholitas, aspirantes a magníficas y birlochitas que se habían propuesto lanzarse a las calles para exteriorizar nuestra protesta por el alza en los precios de los alimentos y la carestía de otros indispensables para nuestra vida y la de nuestras wawachas.

Ese momento me contaron que el ministro de Gobierno, señor Sacha Llorenti, había declarado públicamente que nuestra manifestación de hombres y mujeres con nuestras cacerolas vacías era política y pretendía desestabilizar al actual Gobierno, y que marchas similares se habían producido en Chile cuando gobernaba al presidente socialista Salvador Allende.

Al saber de las palabras del Ministro paré las orejas y me puse a escuchar la conversación entre cacerolas, mejor dicho entre las personas que las portábamos; un señor del lugar le dijo a Macacha: “Usted y su cacerola no son de aquí. ¿Es que también en Cochabamba los precios subieron hasta las nubes?”. Mi comadre no le contestó y siguió golpeando su cacerola vacía con su wislla (léase cuchara de madera).

Entonces me animé a preguntarle a una cholita orureña, patitas de alambre: “¿También en Oruro subieron de precio los artículos de primera necesidad?”. La orureñita me respondió llorando: “Así es caballero, mi plata ya no me alcanza para dar de comer a mi marido, a mi madre y a mis wawachas”. Le pregunté a qué partido pertenecen su cacerola vacía y ella misma, respondiendo la pobre mujer: “Mi cacerola y yo somos del MAS, pero no sé qué le ha podido pasar al Evo y a su Ministro de Economía para no darse cuenta de que no tenemos qué comer...”.

Otra cacerola abollada por todas partes y que pertenecía a un militante comunista también era golpeada por su dueño, quien me dijo al saber que yo soy periodista: “También los comunistas tenemos familia y ahora no sabemos cómo alimentarla, y es por eso que traje mi cacerola vacía, igualinga a la suya, pues ya que no sirve para cocinar, por lo menos que sirva para protestar”.

Y así cumplí con nuestro recorrido junto a mi comadre Macacha que me dijo antes de retornar a La Paz: “Las cacerolas vacías no tienen color político, tienen color de pobreza, color de protestas, color de frustración, color de desaliento”.

¿De qué color será la cacerola que tiene en su casa el famoso ministro Sacha Llorenti?

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