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El Diablo anda suelto en Cochabamba



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, sábado, 04 de diciembre de 2010

Una noticia escalofriante me llegó desde Cochabamba cuando la voz trémula de mi tía Encarna me dijo a través del hilo telefónico:

“Ven inmediatamente a la Llajta porque ha comenzado a brotar fuego del interior de la tierra y me parece que algunos cocaleros ricos están por inaugurar una sucursal clandestina del infierno cerca de Villa Riveros, en la provincia Punata”.
Inmediatamente llamé a mi amigo el pensador greco–cochabambino Aristóteles Giorgiadis Quiroga para consultarle acerca de este fenómeno geológico sucedido en aquellas tierras, y con voz profunda y grave me confirmó la terrorífica noticia, pidiéndome que me constituyera inmediatamente en el Bar Comercio (el Barco), donde los hombres más inteligentes se encontraban debatiendo sobre el extraño fenómeno.

Comuniqué mi decisión de viajar a la capital gastronómica del país y llamé a mi transportadora oficial, mi comadre Macacha, y ésta se presentó en mi domicilio en mi motocicleta Hardley Davidson para iniciar en ese instante un raid que se llamaría “Polleras al viento en busca del Diablo”. Llegados a nuestro destino, mi comadre Macacha se dirigió al Bar Comercio luego de rociarme con agua bendita para que nada malo me sucediera, y ella se marchó en busca de unas partidas de maíz que en breve costarán en Bolivia más que el oro.

Cuando llegué a las deliberaciones profundas, un orador moreno, al que todos llamaban “negrito”, decía que la aparición de fuego en Villa Riveros no era otra cosa que la protesta de la Pachamama por el inminente descenso del famoso club cochabambino Wilstermann a divisiones inferiores, culpando del desastre deportivo a los cocaleros del Chapare.

Se conformó una comisión para investigar esa posibilidad y continué con el debate para averiguar el por qué del extraño fenómeno, y tuve que intervenir para decir que la aparición de fuego en Villa Riveros no era más que un aviso divino contra los malos cochabambinos que declararon “persona no grata” a monseñor Tito Solari, arzobispo de Cochabamba, quien no hizo otra cosa que manifestar su preocupación apostólica por el auge de la coca y la cocaína ante la mirada despreocupada de las autoridades y el regocijo de los barones de la coca que hoy conforman un Superestado dentro del Estado Plurinacional. Luego de muchas intervenciones se acordó formar una delegación que visitaría Villa Riveros para constatar el fenómeno geológico in situ, invitándome para que yo sea parte de ese grupo que partiría mañana al lugar de los hechos.

Al concluir la sesión en el Bar Comercio, donde consumimos una apreciable cantidad de chops, consulté con Macacha mi viaje al pequeño infierno clandestino aparecido en la zona de Punata, y Macacha me dijo:

“No vaya usted, compadre, porque sólo se trata de la combustión de materias orgánicas vegetales y humanas, como si alguien hubiera decidido quemar un cenizal”.
Sin creer mucho en las palabras de mi comadre, visitaré mañana ese aviso de pequeño infierno que podría aparecer en estas tierras que siempre me parecieron una sucursal del paraíso terrenal antes de que apareciera la coca y su derivado.

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