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Un pesebre sin Niño Dios



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, domingo, 19 de diciembre de 2010

Con la alegría y el entusiasmo de todos los años, mis wawachas y yo, colaborados artística y financieramente por mi comadre Macacha, levantamos un pesebre navideño en el living de mi casa buscando el mayor parecido con aquel de Belén donde nació el Niño Dios, hijo de María y José.

Con fotografías que traje de Belén, pequeña ciudad que visité hace muchos años, reconstruimos la aldea judía y en el frontis de algunas casitas se ven letreros que dicen “Familia Salzman”, “Familia Jarmusz”, “Familia Grinstein”, “Familia Iceberg” y otras familias amigas; no faltó nuestro río Jordán ni nuestro lago Tiberíadis y tampoco nuestro monte Calvario.

En cuanto a los animalitos de granja que rodeaban al Niño Jesús, no faltaron las ovejitas blancas, negras y mestizas, ni una vaquita, aunque no pudimos hallar burritos y tuvieron que ser reemplazados con algunas fotografías de ciertos asambleístas legislativos que muestran sus manos levantadas.

Cuando concluimos el arreglo navideño, mi comadre Macacha y yo nos dirigimos al naiclú Malena donde los yatiris Calimán y Titirico nos convocaron para colaborar en los arreglos navideños de la institución y allí nos dirigimos en mi motocicleta Hardley Davidson conducida por la cholita cochabambina, arribando a El Alto en pocos minutos.

El yatiri Calimán nos recibió con un abrazo al grito de “Shalom y Jallalla”, voces judía y aymara mezcladas en un pintoresco cóctel mestizo que trata de unir la estrella de Belén con las estrellas de Tiwanaku. El yatiri Titirico nos anunció que montaríamos un tinglado de acuerdo con el nuevo Estado Plurinacional aprobado por una Constitución “Chuta”, aprobada entre gallos y medianoche, circunstancia que no deberíamos olvidar porque ahora formamos un Estado Laico nacido en un lugar frío y desnudo como el cerro de Laikacota.

Afanosamente nos integramos en este equipo que construiría “el pesebre navideño dentro de un Estado plurinacional multicolor y folclórico donde para algunas cosas somos cristianos, para otras somos judíos y para otras somos musulmanes, sin olvidar nuestros ancestros aymaras, quechuas y guaraníes”.

Como la ocasión no era muy propicia para burlarnos de esta mezcolanza cultural, pedí al yatiri Calimán que me mostrara al Niño Dios que nacería dentro de pocos días en el pesebre alteño, enseñándome tres niños de yeso de diferente color y tamaño, explicándome que vivíamos en un Estado plurinacional y por lo tanto deberíamos honrar a un Niño Dios de raza aymara, a otro Niño Dios de raza afroboliviana y a un tercer Niño Dios de raza judía, al que adoramos quienes fuimos civilizados por los españoles.

Colaboré con mis amigos alteños en la construcción de su pesebre y llegué a la conclusión de que el Belén armado en mi casa es más auténtico que el levantado en el “Malena” bajo la égida plurinacional. Cuando le comuniqué mi opinión, la sabiduría de mi comadre Macacha me dijo en la oreja: “El mejor y más auténtico pesebre para que allí nazca el Dios del Amor estará en el corazón de las personas buenas humildes”.

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