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Tratado de paz en Cochabamba



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La Paz - Bolivia,viernes, 10 de diciembre de 2010

En días pasados se firmó un tratado de paz en Cochabamba entre la Iglesia católica y los trabajadores cocaleros del Chapare que estuvieron a punto de librar una guerra de globos de consecuencias imprevisibles pues los ejércitos católicos llenaron sus globos con agua bendita mientras que sus adversarios llenaron sus proyectiles con mate de coca, arbusto muy conocido en la región bélica.

De acuerdo con la versión periodística que me envió mi tía Encarna que reside en la ciudad del Rocha River, las primeras escaramuzas bélicas fueron suspendidas cuando en un fortín cercano a la población de Ivirgarzama comenzaron a aparecer banderas blancas que fueron interpretadas como signos de rendición por los combatientes católicos del regimiento Cristo Rey, cuyos soldados avanzaron cayendo en la trampa montada por el destacamento “Pichicateros”, Primero de aficionados. Cuenta mi tía Encarna que, al ver levantarse banderas blancas en la trinchera enemiga, ella saltó seguida por unos valientes del destacamento “Los monaguillos”, Primero de campanillas.

La banderas blancas que había levantado el enemigo no habían sido signos de rendición, sino indicativas de que había llegado chicha buena procedente de Punata.

Mi tía Encarna, que también es descendiente de las Heroínas de la Coronilla, tomó por asalto las chicherías recientemente inauguradas vertiendo las tinajas de la deliciosa chicha punateña a un pozo en el cual se zambulleron combatientes de ambos bandos.

Luego de ese importante hecho bélico, mi tía Encarna —según su propia versión—retornó a la ciudad de Cochabamba para continuar sus tareas de protección al Arzobispo de Cochabamba, a quien dio parte de su victoria sobre el enemigo y en vez de ser felicitada por su comandante eclesiástico fue reprendida por éste, quien le comunicó que como pastor católico su deseo era acercarse al enemigo en son de paz para trabajar todos juntos en una misión de mejoramiento espiritual que llevaría a los cochabambinos de buena voluntad a luchar contra la proliferación de las drogas derivadas de la coca.

Mi tía Encarna, como católica ejemplar, agachó la cabeza en señal de acatamiento al jefe, y se ofreció para acompañar a monseñor Solari a la firma de un tratado de paz. El prelado agradeció el gesto de mi pariente pero lo rechazó anunciándole que iría sin guardias personales ni patrullas de protección.

Al informarme sobre tales hechos, mi tía me preguntó qué podría hacer con cien mil globos que los católicos cochabambinos habían llenado con agua bendita para liquidar a los cocaleros incrédulos, aconsejándole que me los mandara a La Paz para utilizarlos en los carnavales pues el agua bendita no tiene fecha de caducidad.

Concluido el acuerdo entre católicos y cocaleros, no me queda otro camino que felicitar a las partes en conflicto, aunque debo recordar a algunos cocaleros socialistas que la Iglesia es invencible y si algunos no me creen que pregunten a los bolcheviques que trataron de hacerla desaparecer de la Unión Soviética, qué les sucedió.

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