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Extradición de bolivianos



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, Miércoles, 30 de septiembre de 2009

Los yatiris que dicen asesorar al presidente Evo y al canciller Choquehuanca me soplaron en mis orejas que comenzaron los trámites ante el Gobierno de Perú para extraditar a tres ministros del Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada que se encuentran refugiados en el vecino país, acusados de genocidio. Los astutos brujos aymaras Calimán y Titirico me prometieron hacer llegar a aquéllos una carta mía con el fin de indisponerme con el Canciller de Piedra y yo caí en su trampa entregándoles esta misiva escrita de mi puño y letra.

A la Sra. Mirtha Quevedo y a los señores Javier Torres Goitia y Jorge Torres Obleas.

Mis queridos genocidas: Les cuento en confianza que alguna vez tuve que dar la mano a un uxoricida (hombre que mata a su mujer), a un homicida (hombre que mata al prójimo que enamora a su mujer) y hasta a un perricida (bárbaro que atropella con su auto a un perrito), pero nunca tuve la ocasión de ser amigo de un genocida, como les llaman a ustedes los abogados de la parte contraria, para extraditarlos a Bolivia, o sea, traerlos a La Paz tirados de sus pestañas, para juzgarlos y condenarlos a la cárcel de Chonchocoro por 30 años y sin derecho a indulto, que es la condena que está de moda para los adversarios políticos.

Nunca pensé que usted, señora Mirtha Quevedo, fuera acusada un día de genocida. Algunos amigos me dijeron que usted había roto algunos corazones de sus admiradores que alguna vez confundieron sus encantos femeninos con su pasión política de movimientista que la llevó a jefaturizar el MNR, sitial que antes había ocupado el Dr. Víctor Paz Estenssoro, de quien también fue una leal y combativa militante. Pero de ahí que la quieran pasar a acusarla de genocida me parece una exacerbación y otra peor traerla de los pelos y guillotinarla como a María Antonieta de Oruro.

Unas líneas también para usted doctor Javier Torres Goitia, médico de niños, hijo de un sabio pediatra de quien heredó nombre y apellido, y ministro de Salud de Sánchez de Lozada. ¿Cómo acusar de genocida a un médico de niños que pasa su vida atendiendo a las wawitas, curándolas de sus dolencias infantiles y preocupado muchas veces porque una wawita no hizo caca, o hace mucha, o tose cuando llegan los fríos? ¡Vaya, qué tipo tan raro de genocida!

Y también una línea para usted Jorgito Torres Obleas, un economista que sabe de doctrinas económicas y seguramente trató de aplicarlas alguna vez, sin entrar en sus presupuestos que un día la política boliviana le acusaría de genocida y le obligara a buscar asilo en un país amigo de Bolivia como es Perú.

Queridos “genocidas”, los pongo entre comillas porque estoy seguro de que nunca exterminaron ni a una raza, ni a un pueblo, ni a una nación que es como yo entiendo lo que hacen los genocidas. Le deseo una feliz estancia en el Perú, donde también tengo muchos amigos que seguramente me brindarán asilo y refugio si algún día soy acusado, no de ser genocida, sino amigo de tres “genocidas”.

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