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El hambre causa mal humor


ALFONSO PRUDENCIO CLAURE Paulovich
© LOS TIEMPOS / Cochabamba, Bolivia
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© by Paulovich



La Paz - Bolivia, viernes, 28 de enero de 2011

Honda preocupación causaron en nuestro país los sucesos acaecidos en Llallagua hace unos días, cuando un gentío calculado en tres o cuatro mil ciudadanos enfurecidos (mineros y campesinos) saqueó tiendas y almacenes en señal de protesta por la elevación de precios en el coste de la vida, desbordando a la escasa fuerza policial, que prefirió encuartelarse.

Cuando esta noticia me fue relatada por mi comadre Macacha en medio de llanto, conmiseración, miedo y protestas, sólo le dije: “Nunca olvide, comadre, que el hambre causa mal humor y debería usted decir a sus amigos del Gobierno que no hay peor enemigo que las multitudes hambrientas”.

Ella meditó en mis palabras y luego me dijo: “Tiene usted razón compadre, cuando yo tengo hambre me pongo de mal humor, y eso me sucede al mediodía cuando se retrasa mi almuercito y también en la noche cuando cenamos tarde”.

Con mi escaso conocimiento del idioma quechua me atreví a recordarle a la cochabambina que la sajra-hora quiere decir “hora maldita”, pues en ella el gusanito del hambre, o la gazuza, mordía nuestros estómagos antes del mediodía o al atardecer obligándonos a ingerir un platito para mejorar nuestro humor, opinión que compartió mi guapa pariente espiritual, quien me aconsejó no acercarme a ella en su sajra-hora porque siente hambre y eso la pone de muy mal humor.

Macacha que sabe sus cositas, aunque no le gusta presumir de ello, me contó que una empleada doméstica del señor García Linera había leído en algunos libros del Vicepresidente que la revolución francesa, si bien contenía principios filosóficos indudables, fue plasmada en hechos por los hambrientos de París, que no tenían dinero ni para comprarse calzones, hechos que los pusieron de muy mal humor, lo cual los empujó a tomar la Bastilla.

Esa referencia histórica de la cholita cochabambina me complació, porque nuestro Vicepresidente se parece mucho a Robespierre y suele hacer referencias históricas de la revolución francesa y de la revolución bolchevique a sus partidarios políticos, algunos de los cuales confunden revolución con robolución, no por choros, sino por errores ortográficos.

Quise seguir conversando con mi comadre acerca del hambre, del mal humor y del saqueo en Llallagua, pero vi que había cambiado de expresión y que ya no sonreía, por lo que decidí cambiar de tema preguntándole si alguna vez había preguntado a sus profesores de Historia si las Heroínas de la Coronilla llevaban o carecían de calzones, pero ella no me respondió y, mostrándome su reloj, me dijo: “Son las once de la mañana, que es mi sajra-hora, cuando me ataca el hambre y debo comer salteñas, pues siento ganas de saquear su casa”.

Salimos de prisa y en el camino dije a mi comadre Macacha: “Diga a sus amigos del Gobierno que el hambre causa mal humor y que un pueblo malhumorado es capaz de hacer cualquier cosa, como ha sucedido en Llallagua”.

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