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Entrevista al Año Viejo



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, viernes, 31 de diciembre de 2010

Fui al periódico a cobrar mi sueldo y abrazar a las secretarias y una de ellas me dijo: “El Director quiere hablar con usted”. Lleno de malos presentimientos dije para mis adentros: “Seguro que me va a despedir” y me hice anunciar temeroso y cuando ingresé me ordenó con amabilidad: “Paulino Huanca, le ruego entrevistar al Año Viejo que se va dentro de unas horas; me han dicho que podrá usted encontrarlo en un night club que funciona en El Alto, muy cerca de un motel que se llama Devórame Otra Vez”. Sonriendo le respondí: “No se preocupe, haré lo posible por cumplir sus órdenes”.

Con mi sueldo en el bolsillo fui a buscar a mi comadre Macacha, quien me esperaba con su hermoso traje de chola cochabambina compuesto de rojas polleras, blusa blanca de seda y manta de seda roja. Sin malicia alguna le pregunté de qué color eran sus calzones y ella me contestó con coquetería “mis calzones son rojos como mi pasión, pero a usted le cuento que debajo de ellos llevo otro calzón amarillo que significa riqueza…”.

En medio de la fiesta de Año Nuevo, que será descrita en crónica aparte, recordé la orden que me dio el director del periódico de entrevistar al Año Viejo en la última noche de su vida y lo busqué entre las personas más viejas que se divertían en el salón principal del naiclú Malena, ancianos que apellidaban Diez, aunque varios viejitos apellidaban Diez de Medina como unos bien conservados que respondían a los nombres de Ramiro, Marcelo y José, al que apodaban Pato. Sin embargo de mi búsqueda, un viejito apellidado Diez no aparecía por ninguna parte.

Colaborado por mi comadre Macacha seguimos buscando hasta que por fin vimos a un viejito bastante simpático que bailaba alegremente una cumbia con Frufrú. Macacha, que es muy diestra y perspicaz, me dijo en la oreja: “Aquel viejito que baila con la Frufrú tiene el cabello teñido y por eso no muestra ni una sola cana, además me he dado cuenta de que el bigote negro que luce es postizo”. Invitamos al viejo maquillado a nuestra mesa, y Macacha le echó un cubo lleno de agua en la cabeza mostrando sus cabellos blancos, ante lo cual confesó ser el Año Viejo y que se iba para siempre dentro de una hora.

Al saber que yo era periodista, me rogó que contara a todos que él no tiene la culpa de todo lo malo que pasó durante los últimos doce meses y que los únicos culpables en Bolivia somos los hombres que vivimos estos 365 días y especialmente los que dirigen el país, aunque también son culpables los demás por haber permitido tantas barbaridades como otro año del encarcelamiento del Prefecto de Pando Leopoldo Fernández, la Ley Antirracismo contra la libertad de expresión, el cese en sus funciones del alcalde de Potosí señor Joaquino, el cambio del Alcalde de Sucre que había triunfado en las elecciones, el golpe de Estado contra el gobernador de Tarija señor Cossío, el encarcelamiento del señor Guillermo Fortún ex Ministro del Interior del General Banzer y al final el gasolinazo que fue impuesto a todo el pueblo de Bolivia. “Yo no tengo la culpa de esos hechos —me dijo el Año Viejo—, los culpables son ustedes”.

Y el Año Viejo desapareció y se hizo pepa.

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