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Las Alasitas y la felicidad


ALFONSO PRUDENCIO CLAURE Paulovich
© LOS TIEMPOS / Cochabamba, Bolivia
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© by Paulovich



La Paz - Bolivia, miércoles, 26 de enero de 2011

Al ver frustradas nuestras ilusiones de conocer personalmente a los nuevos ministros que ayudarán al presidente Evo a salvar a nuestra Patria, mi comadre Macacha me pidió que la acompañara a la feria de Alasitas, que fue inaugurada anteayer, a lo cual accedí con gran regocijo porque muchas veces pensé en que vivimos en un país de alasitas mientras otros sostienen que somos el centro del Universo y que con un poco de esfuerzo podríamos alimentar al mundo.

Ella se emperifolló con sus mejores galas y hasta se atrevió a lucir unos aretes de oro legítimo, mientras, me prestó un reloj de oro perteneciente a su difunto esposo recalcándome al ponérmelo en la muñeca que es solamente prestadito y su marca es “devolverme”, recomendación que me fastidió y me hizo rechazar una dentadura postiza de oro que osó ofrecerme también en calidad de préstamo. Llegados a la feria de Alasitas, mi comadre me explicó (como si yo no lo supiera) que la fe ingenua de nuestras gentes las lleva a creer que toda miniatura que se adquiere en la feria se convertiría en realidad por obra y gracia del fetiche aymara llamado Ekeko; si tú compras una casita en miniatura, se convertirá mañana en una casa verdadera y si tú compras dólares en miniatura, éstos se convertirán en dólares de verdad, sucediendo lo mismo con las miniaturas de camiones, buses y automóviles de último modelo.

Con fe en el fetiche aymara, compré varios millones de dólares de alasitas, de los cuales aparté cinco mil, que es la suma que debo a mi comadre desde el año pasado, y acariciando la mano derecha de mi pariente espiritual deposité en ella la cantidad adecuada. Ella recibió los billetitos y, riendo jacarandosamente, me dijo que yo era un ekeko muy bromista.

Seguimos recorriendo y vimos un hermoso bus en miniatura que ella lo compró y me lo entregó deseando para mí la mejor suerte si es que me decidiera a cambiar mi oficio de periodista por la de transportista, cual lo fue su difunto esposo, que le dejó su gran fortuna. Recibí el obsequio y al agradecerle le manifesté que me convertiría en transportista siempre que ella manejara el bus y yo trabajara a su lado como voceador. Seguimos viviendo ese mundo fantástico: mi comadre Macacha me regaló un carnet del Movimiento Al Socialismo firmado por el mismo Presidente de la República y un título de Director de la Biblioteca del señor Álvaro García Linera con la firma del mismísimo Vicepresidente de la República.

Haciéndose la graciosa, quiso obsequiarme una Sentencia de Divorcio y un Acta de Matrimonio entre la señorita Macacha viuda de Racacha y el periodista Paulino Huanca, miniaturas que rechacé porque no debería jugarse con hechos tan importantes.

Disfrutamos de las masitas y de los coquitos, de los alfajores y maicillos, que me hacían feliz en mi niñez, para concluir en la sección comidas, donde Macacha saludó a varios senadores, uno de los cuales repitió a mi comadre que por vez primera las reservas monetarias en el Banco Central habían llegado a 10 millones de dólares, respondiendo la cochabambina:

“Esa es una cantidad de alasitas en comparación a lo que tienen los chilenos y peruanos...”.
Salimos para no fregar una jornada ilusionada y feliz.

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