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Carnaval nunca morirá


ALFONSO PRUDENCIO CLAURE Paulovich
© LOS TIEMPOS / Cochabamba, Bolivia
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© by Paulovich



La Paz - Bolivia, domingo, 6 de marzo de 2011

Concluida nuestra participación en la Entrada del Carnaval de Oruro y viendo que mi comadre Macacha quería seguir bailando conmigo ocultando oscuras intenciones, la invité a cenar en un lujurioso restaurante para luego decirle seriamente: “Ya cumplimos la sagrada promesa que le hicimos a la Virgencita del Socavón, por lo tanto, ahora mismo nos vamos a Cochabamba, donde nos esperan nuestros amigos, los pensadores e intelectuales cochabambinos que se reunirán en un foro-debate sobre ‘La inmortalidad del Carnaval’”.

Mi pariente espiritual puso cara de asquito, primero, para luego cambiarla y decirme en tono de súplica: “No nos vayamos tan pronto compadre, tan lindo que nos estábamos bailando…”, pero como soy hombre enérgico, le dije terminantemente: “Le he dicho que nos vamos ahora mismo, así que cámbiese su vestimenta de caporal, póngase sus polleras de viaje, recoja mi motocicleta Harley Davidson y vámonos a Cochabamba para aprender algo acerca de ‘La inmortalidad del Carnaval’”.

Refunfuñando algo sobre los machos autoritarios, cumplió mis órdenes, y a la media hora nos hallábamos rumbo a la ciudad del Rocha River turbión, donde llegamos antes del mediodía y tuve tiempo de invitar a mi comadre unos choricitos pequeños y jugosos en un local de El Prado, los cuales mejoraron el humor de mi pariente espiritual, lo cual confirmó mi viejo adagio popular y cochabambino que dice: “Si tu mujer está triste dale a comer choricitos, y si ella está contenta, ojo con la cornamenta”.

Cuando llegamos al Bar Comercio, donde se realizaría el publicitado debate, mis amigos gregocochabambinos, presididos por mi amigo el pensador Aristóteles Giorgiadis Quiroga, nos recibieron con un sonoro aplauso, pues sabían que habíamos abandonado los festejos del Carnaval orureño para profundizar nuestros conocimientos acerca de la inmortalidad del Carnaval en las sociedades pobres, como la boliviana.

Un expositor casi nos hizo llorar cuando dijo en tono patético: “¿Cómo se le puede prohibir el Carnaval a un pueblo que sufre y se avergüenza todos los días al saber que Bolivia exporta toneladas de cocaína al Brasil, a Europa y también al África? Dejemos a los bolivianos bailar una semana y también un mes para disolver su decepción, su infelicidad y su vergüenza”.

Otro intelectual de Quillacollo nos habló de la decepción de los trabajadores bolivianos al haber escuchado de labios del Ministro de Trabajo que el Gobierno aprobará un aumento salarial del 10%, cuando el costo de la vida ha subido por lo menos un 50%. Con voz emocionada dijo: “Dejemos a los bolivianos bailar los días que pueda cargado de sus penas y frustraciones, que van desde el desempleo, el hambre y los resultados de nuestra política internacional”.

Demás está decir que el foro-debate fue todo un éxito, pues al salir del Bar Comercio (Barco), mi comadre Macacha me dio un casto beso en la mejilla y me dijo conmovida: “Gracias por haberme traído a Cochabamba, y aquí nos quedaremos una semana para seguir bailando y olvidar las tragedias bolivianas”.

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