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Iremos a los tribunales


ALFONSO PRUDENCIO CLAURE Paulovich
© LOS TIEMPOS / Cochabamba, Bolivia
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© by Paulovich



La Paz - Bolivia, domingo, 27 de marzo de 2011

Cuando conocí el sorpresivo anuncio del presidente Evo de que Bolivia acudiría a tribunales internacionales de justicia para resolver nuestras controversias con Chile por un retorno soberano al Pacífico, pensé en dirigirme inmediatamente a Cochabamba para consultar el peliagudo asunto a los pensadores internacionalistas y sabios abogados que abundan en esa ciudad privilegiada.

Sin embargo, ese inteligente propósito fue desbaratado por mi comadre Macacha, quien había resuelto asistir ayer a un cabildo en la plaza Antofagasta al que asistirían prestigiosos abogados que están desocupados y ofician de vendedores ambulantes y taxistas, la cholita me convenció cuando me dijo que después del cabildo se realizaría una verbena popular en la que podríamos bailar celebrando anticipadamente el triunfo boliviano en cualquier tribunal internacional de justicia.

En el mencionado lugar me encontré con un abogado natural de Achacachi, quien me pidió una opinión acerca de la decisión presidencial, respondiéndole que ella obedecía a una vieja enfermedad de los bolivianos y que fue diagnosticada hace cerca de un siglo por el insigne sociólogo Alcides Arguedas: la pleitomanía, mal que sufrimos los bolivianos y que nos impulsa a llenar los tribunales en busca de justicia sin encontrarla casi nunca.

El viejo abogado estuvo a punto de darme la razón, pero en ese momento comenzó el cabildo convocado para apoyar la decisión de nuestro presidente Evo y un orador habló para ofrecer sus servicios a la Cancillería manifestando que él jamás había perdido un juicio y que él conseguiría mandar a la cárcel al senador chileno, señor Larraín, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. La promesa fue premiada con aplausos por el pueblo enfervorizado de patriotismo marítimo.

Pregunté a mi comadre Macacha su opinión sobre el provinciano orador, y la cholita cochabambina me dijo: “¡Qué macho ese doctorcito!”, ojalá fuera contratado por la Cancillería para defender nuestros derechos marítimos ante el Tribunal Internacional de La Haiga.

Quise corregir a mi comadre para que no volviera a decir La Haiga en vez de La Haya, pero otro aspirante a defensor de nuestra causa marítima empezó a hablar del señor Haiga de la Torre, fundador del APRA, uno de los más grandes partidos del Perú. Entonces preferí callar lamentando la falta de diplomáticos de carrera en nuestra Cancillería y de abogados expertos en Derecho Internacional para plantear ante un tribunal internacional la causa marítima boliviana. La culminación de ese acto constituyó la intervención del yatiri Wayruru, que manifestó ser asesor honorario del canciller Choquehuanca, quien le había solicitado que alistara un pronto viaje a La Haya para k'oar la sede del Tribunal Internacional y ver la manera de embrujar a los miembros de ese famoso Tribunal mediante la ingestión de mejunjes o pócimas embrujadas que al final lograrían que nuestro país recuperase su condición marítima.

Menos mal que todo concluyó con una verbena, y Macacha me cantó en la oreja: verde, verde, verbenita/ por qué no has venido a verme/ cómo los primeros días/ no hallabas modo de verme…”, y así, bailando, soñamos con La Haiga.

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