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Feliz Año Nuevo aymara

PAULOVICH © 2009 by Paulovich

Sin ánimo de fastidiar a mi esposa, ayer le dije: “¡Feliz Año Nuevo aymara!”. Y la abracé y le di un casto beso en la oreja, para luego invitarla a bailar un pasodoble con mi castizo estilo aprendido en la misma calle de Alcalá. Cuando se repuso de la emoción me preguntó cuántos años nuevos celebraba cada año, explicándole que sólo festejaba el Año Nuevo judío, el Año Nuevo chino, el Año Nuevo aymara y el Año Nuevo cristiano. Sorprendida de mi espíritu fiestero, me preguntó en qué año nuevo aymara estamos y le respondí que hoy celebran los aymaras el año 5517.

Después de rendirle ese informe cultural le anuncié que mi amigo el yatiri nos había invitado a Tiwanaku, capital de los antiguos collas —antecesores de los aymaras— para esperar allí la salida del sol y recibir la energía solar en nuestros cuerpos que nos duraría todo el año. Ella rechazó la invitación del yatiri y me dio permiso para que viajara a las famosas ruinas de madrugada y que ella se quedaría a rezar para pedir a Dios que me protegiera de una pulmonía porque es bien sabido el frío que reina en el altiplano en las primeras horas del día.

Con rara astucia, el brujo me esperaba en el naiclú Malena de la ciudad de El Alto con una buena provisión de whisky, licor que jamás pudieron fabricar los aymaras pese a la buena intención de mi amigo Tommy Lonsdale y de su hijo Jorge, a quienes siempre recordaré.

Las chicas del conjunto estable del naiclú se asociaron a la delegación prometiendo ofrecer un show de estriptís en honor del dios Sol, posibilidad que les fue negada por el brujo aymara porque podría echar a perder el ambiente místico del solsticio de invierno y porque ninguna de ellas podría ser jamás una de las Vírgenes del Sol. Durante el viaje a Tiwanaku me preguntó si yo adoraba al Sol y le respondí que no de forma enfática y que yo sólo adoraba a nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Trinidad, aunque apreciaba mucho al sol, que es la moneda de los peruanos.

Llegados al escenario preparado para que recibiéramos los primeros rayos del sol comprobé que los visitantes, aymaras en su mayoría, mostraban sus rostros tristes e impasibles, y para alegrarles se me ocurrió gritar: “Tatanacas y mamanacas, ¡viva el año nuevo 5517!”, y nadie me contestó, por lo cual pensé que me había equivocado de fiesta, de fecha y de lugar y que debería dejar el lugar.

Me retuvo el yatiri aymara diciendo que muy pronto saldría el sol para calentarnos y dotarnos de energía. Empecé a toser y a estornudar de tal manera que mis vecinos de fiesta comenzaron a alarmarse y una chola aymara dio el grito de alerta: “¡Saquen a ese viejito que parece haberse contagiado de la gripe AH1N1”, y me sacaron de la fiesta cuando el Astro Rey llegaba con sus primeros rayos que sólo me alcanzaron a la altura de mis orejas.

Las autoridades sanitarias del pueblo me despacharon a mi casa donde permaneceré bajo vigilancia médica.

Eso me pasa por fiestero y por asistir sin un poco de fe hacia el Sol y otros astros. Pero seguiré diciendo: “¡Viva el Año Nuevo aymara y happy new year!”.

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