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San Antonio es casamentero

PAULOVICH © 2009 by Paulovich

Dormía plácidamente en mi lecho conyugal, cuando mi esposa me despertó con un amoroso codazo en mis costillas y me dijo: “Levántate, cholito mío, hoy es fiesta de San Antonio y debemos ir a visitarlo en la Basílica franciscana para darle nuestros agradecimientos porque él fue uno de los principales autores de nuestro matrimonio”.

Ante su contundente anuncio, lo primero que hice fue frotar mi costillar para aliviar mi dolor y luego manifestarle que nunca supe de la intervención del famoso taumaturgo en nuestra unión matrimonial, y que siempre sostuve que yo había llegado al himeneo por mi libre determinación y no obligado por la acción milagrosa y sobrenatural de algún santo, en este caso San Antonio.

La aragonesa sonrió displicentemente a raíz de mi razonamiento y me dijo: “No seas presumido de tu libre albedrío, y debes saber que desde mis 15 años mi madre me obligó a acudir al templo para rezar los 13 martes de San Antonio ante la imagen de ese elegido de Dios especialista en Matrimonios, y hete aquí que a los tres años de elevarle mis plegarias me casaba contigo para toda la vida”.

Ante esa declaración no pude disimular mi sorpresa y le dije en mi atonía que hasta ahora había sospechado de la intervención de la Virgen del Pilar en mis primeras nupcias —no “primeras náuseas” como dicen algunos chumeños amigos míos— revelándome mi consorte: “El primero en actuar sobre tu corazón fue San Antonio Bendito, quien impulsó tu decisión de ir al himeneo conmigo y luego interviene recién la milagrosa Virgen del Pilar, Patrona de la Hispanidad, quien actúa en mi corazón para que decida unirme en matrimonio con un boliviano que me había asegurado ser un minero rico”.

No le dije, por no lastimarla, que la Virgen del Pilar debería haber sabido que yo no era un minero rico, sino un periodista pobre, pero preferí callar porque ya estábamos en camino a San Francisco para postrarnos ante la imagen de San Antonio, coautor de nuestro matrimonio a quien mi esposa quería agradecerle. Y yo también.

La imagen nos muestra a un fraile franciscano simpático y con el Niño Jesús en sus brazos porque cuenta la tradición cristiana que ante la bondad y santidad del sacerdote di Padova (para nosotros de Padua), la Virgen María le entregó su hijo, el Niño Dios, para que San Antonio lo tuviera en sus brazos por algunos instantes.

Mientras mi esposa le agradecía a San Antonio por el milagro maravilloso de haberse casado con este periodista, y hasta derramaba lágrimas de gozo por tal milagro, le dije con voz poco audible: “Así que tú eres el autor de mi matrimonio... gracias por tu intervención tan progidiosa. Escribiré siempre sobre ti cada 13 de junio e instaré a los jóvenes, a las jovencitas, también a las solteronitas y a los solterones, que acudan a ti con fe y devoción.

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