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Ya llega el Gran Poder

PAULOVICH © 2009 by Paulovich

Preocupado por los graves problemas que aquejan a nuestro país y sin plata en el bolsillo, falté a los ensayos folklóricos de mi fraternidad, hasta que una de mis comadres del barrio de Chijini me dijo por teléfono: “La fiesta del Gran Poder y las elecciones de diciembre no pueden postergarse, porque así lo establece la nueva Constitución”, palabras que me llevaron a plantear el asunto ante mi esposa.

Ella se negó a financiar mi participación en la Entrada y mi comadre Macacha no puede acercarse a 100 metros de mi residencia por orden de la hispanoparlante, lo que inmovilizó mi sueño folklórico. Pero Dios no se olvida de sus ovejitas y recibí un llamado de mi tía que vive en Estocolmo, Suecia, anunciándome un giro bancario para que yo pudiese bailar y celebrar a Jesús del Gran Poder.

Con esa ayuda milagrosa me atreví a decirle a la española: “Hoy debo asistir al último convite del Gran Poder para ensayar los bailes en honor a Jesús y renovar mi promesa de bailar tres años más pues debes saber que no puedo fallarle al Señor”.

Ella vio en mis ojos tanta pureza y fe religiosa que se conmovió y me respondió: “Si es por motivos religiosos y no es para que coquetees con cholas, asistirás al convite pero te acompañaré para un estricto control de hombre a hombre, como dicen los futbolistas”.

Y así fue, conduciendo ella mi motocicleta Hardley Davidson hasta la zona del Cementerio General, donde se encontraban los miembros y miembras de mi grupo folklórico, diciéndole al Presidente: “Tu eres responsable de su alma y de su fidelidad conyugal, y de las cholas que bailen con él”. Después de lo cual me integré al grupo de baile y fuimos a la calle Gallardo para renovar mis promesas ante Jesús del Gran Poder, bajo la severa mirada de mi esposa.

Luego de cumplir con el acto religioso y antes de los ensayos folklóricos, mi esposa me dijo: “Acabo de leer en el periódico que las autoridades folklóricas del Gran Poder controlan la actuación de todos los bailarines, hombres y mujeres. Así estoy más tranquila con respecto a ti”.

No quise decirle a la española que ese control me parecía una tontería y que algunos bailarines ya se darían mañas para burlarlo, y que impulsados por el amor actuarían como buenos cholos paceños, pero preferí no intranquilizarla y callé.

A pesar de mis años y empujado por mi fe religiosa, bailé de lo lindo con varias cholitas pero me abstuve de insinuaciones y acercamientos exagerados pues mi esposa, desde una distancia prudente, no me quitaba los ojos de encima.

Lo importante es que cumplí con mi promesa a Jesús del Gran Poder, y volveré a bailar el sábado que es el día de la Entrada, pues ya habré cobrado las coronas suecas que me envió una de mis tías desde Estocolmo.

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