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Pronostican terremoto en Bolivia


ALFONSO PRUDENCIO CLAURE Paulovich
© LOS TIEMPOS / Cochabamba, Bolivia
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© by Paulovich



La Paz - Bolivia, miércoles, 11 de mayo de 2011

Me encontraba meditando en la última homilía del cardenal Terrazas, en la que nos exhorta a los católicos a difundir la Verdad que Cristo nos enseñó, cuando se metió en mi casa cual una tromba mi comadre Macacha; se introdujo sin pedir permiso en mi alcoba conyugal y con gritos entrecortados me dijo: “¡Ya viene, ya viene y nadie lo detiene!”. Pensando que se trataba de un cobrador del maestro Sillerico, le dije: “Que venga, pues, por qué tenerle tanto miedo”.

Como vi que estaba realmente aterrorizada y apenas podía hablar, le invité un vaso de agua, pidiéndole con suavidad que me explicara quién era el que venía, respondiendo la cochabambina: “Los ‘chismólogos’ han anunciado que viene un terremoto a Bolivia más fuerte que el que asoló a Chile hace poco, así que tenemos que prepararnos para ese ‘cataplasma’”.

Entendiéndole parcialmente, le dije que los “chismólogos” me tienen sin cuidado en cuestión de terremotos y mucho menos me asusta la idea de que en Bolivia se produzca un “cataplasma”, a no ser que hubiera querido decir que se avecina un cataclismo. Mi comadre no hizo caso a mis correcciones y me dijo que ambos deberíamos tomar precauciones ante un terremoto de 8,9 grados de intensidad en la escala del Cacho Richter, noble amigo beniano de quien un día no lejano se oirá hablar con terremotos o sin terremotos.

Mi pariente espiritual me dijo que ella había sido designada por mi esposa como mi protectora y que cumpliría con su deber aun en tiempos de guerra, revolución o terremotos y que, por lo tanto, estaba dispuesta a morir antes que verme aplastado bajo las ruinas de un rascacielos paceño. Agradecí su heroísmo, pero le pedí que no fuera tan tremendista, algo que me prometió. Me propuso que fuera a vivir y trabajar en su casa de un piso de la ciudad de El Alto, la que me ofreció refugio en la época de lluvias y deslizamientos, junto al Río Seco que no se desborda nunca.

Agradecí su ofrecimiento, aunque le advertí que estaríamos muy lejos del Banco Central de Bolivia. Sorprendida, mi comadre preguntó por qué en caso de un terremoto de 8,9 en la escala del Cacho Richter deberíamos estar cerca del edificio del Banco Central. Lamentando su lentitud mental, dije a mi comadre: “Imagínese el pavor de la población ante un movimiento sísmico de tal magnitud, todos tratarían de llegar a El Alto. El Presidente y sus ministros harían lo mismo para trasladarse en el avión presidencial a otra ciudad, mientras policías y militares tratarían también de salvar sus vidas y sus familias.

“Mientras tanto, usted y yo ingresaríamos en el desguarnecido edificio del Banco Central que es uno de los pocos construídos para resistir terremotos. Por eso nos meteríamos allí, nos refugiaríamos en las bóvedas donde se guardan las reservas internacionales que son de 10.000 millones en moneda extranjera, aunque el Gobierno ya metió las manos”. Después del terremoto tendríamos mucho dinero, lo cual sería mejor que estuviera al cuidado del actual Ministro de Economía.

Macacha dijo: “Que venga el terremoto, pero ella sabe que el terremoto ya nos sacudió y nos sigue sacudiendo desde hace cinco años y algo más”.

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