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Codeándome con los ricos



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, Martes, 12 de enero de 2010

Cuando le pregunté a mi esposa dónde podría estar guardado mi diente de oro que me había regalado nuestra comadre Macacha y que pertenecía a su difunto esposo, el señor Racacha (Que de Dios Goce), puso un gesto de asquito y me dijo:

“No pensarás utilizar el diente de oro de un difunto en la fiesta previa al Gran Poder a la que nos han invitado…”,
respondiéndole humildemente:
“Es la única reserva de oro depositado en bóvedas de nuestro Colchon Bank”.

Al fin pude hallar la valiosa pieza dental y, previa una desinfección, la coloqué entre mis incisivos, después de lo cual sonreí ante mi mujer y le pregunté qué tal lucía mi diente de oro en mi sonrisa. La hispanoparlante me dijo que parecía a un carnicero rico del barrio de Chijini (en aymara 'con césped') y quedé satisfecho, por no decir ufano y complacido, volviendo a sonreír muy orondo.

Luego me vestí con mi traje negro, mi corbata roja y calcé mis zapatos amarillos, mis afamados ch’aiñitas. Al verme así vestido y enjoyado, mi esposa desistió de acompañarme a la fiesta del Gran Poder que se realizó el domingo pasado y sin hacer caso de mis ruegos de ir acompañado por una dama europea.

En el barrio de Chijini me encontré con mi comadre Macacha que al verme luciendo el diente de oro de su difunto esposo se emocionó y hasta derramó una lágrima manifestándome que yo me parecía mucho al difunto aunque aquel era más grande, robusto y lustroso, sin embargo dijo que su diente de oro me quedaba cabalito, como si hubiera sido hecho a mi medida.

Macacha quiso saber el significado exacto del término high-life (origen de 'jailón' para referirse a gente de la 'clase alta'), informándole que servía para designar al sector rico y distinguido de una sociedad, manifestando mi comadre que ella pertenecía a la “jaiglaif” de Cochabamba y que alternaríamos con la “jaiglaif” paceña, el sector social formado por la gente más rica de esta urbe mestiza y floreciente.

De esta manera conocí a grandes magnates que dominan no sólo la ciudad de La Paz sino también otras ciudades del país mediante el comercio, algunas veces formal y otras informal. Pude dar la mano y a veces abrazar al Rey de los carniceros acompañado de su Corte, todos maestros en el corte de la carne, su distribución y sobre todo el control social y político de sus afiliados. El hecho me produjo admiración y respeto pues algunos de ellos no sólo lucían un diente de oro perteneciente a un difunto (como era mi caso), sino las 32 piezas. Conocí también al Rey Johnny Walker, un cholo que domina el contrabando de licores extranjeros y cigarrillos americanos y europeos.

A todos nos unía nuestra devoción al Señor del Gran Poder y una enorme red de parientes y compadres. Mucho cariño, mucho dinero para gastar y también para distribuir entre los músicos nacionales y extranjeros. La “jaiglaif” paceña es rica y también inteligente porque nunca fueron adversarios de ningún gobierno.

Mi máxima emoción la sentí al dar la mano a un señor Choquefeller y a un potentado cholo que antes apellidaba Ticona y ahora se ha convertido en Tycoon Huanta, posiblemente mi pariente.

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