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El Ekeko, patrimonio cultural



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, Martes, 26 de enero de 2010

Como todos los años, todavía continúo en la Feria de Alasita rebotando de chola en chola desde que mi esposa me dejó olvidado en brazos de una que al verme exclamó: “¡Qué Ekeko más bonito, déjemelo en préstamo porque seguramente me traerá buena suerte!”, voz que corrió entre las cholitas comerciantes de la feria.

Encontrándome en uno de los puestos expuestos al sol y a la lluvia, sonó mi teléfono móvil y pensé en que otra cholita me llamaba para que le contagiara mi buena suerte, pero se trataba de mi tía cochabambina y teutona Clotilde von Karajan Quiroga.

—¿Dónde estás, sobrino von Paulus, que no guespondes en tu domicilio, ni el peguiódico, ni en tu quiosco?

—Es que me hallo secuestrado por unas cholitas en la Feria de Alasita, donde me trajo el domingo mi esposa que me vistió de Ekeko y ha corrido la voz de que soy un Ekeko con suerte.

—¡Qué afogtunado egues, sobrino, a quien nunca le falta la chola buena de cada día. Cuéntame de la Alasita, sobrino, pues hace muchos años que no la visito!

—Es una feria muy importante, tía Clotilde, y hay unos paceños exagerados que quieren que la UNESCO declare a esta feria Patrimonio Cultural de la Humanidad.

—Me paguece un dispagate porque ferias de miniaturas existen en todo el mundo y hay artistas miniatuguistas en todo el globo.

—Ya lo sé, tiitay, pero aquí existe el Ekeko, un ídolo en el cual creen hasta los hombres más ilustrados del país, como el vicepresidente Álvaro García Linera.

—¿Ese señog que leyó mil libros y sabe más que Kant y Nietzche…?

—Sí, el mismo que inauguró la feria en nombre del Gobierno del Estado Plurinacional, Multicolor y Folklórico (antes República de Bolivia).

—¿Y qué ha dicho don Alvaguito?

—Que se compraría una gallina de yeso en miniatura para que el Ekeko le conceda este año una mujer, que además compraría tres gallinitas de yeso para regalárselas al presidente Evo Morales, quien también es soltero.

—¡Qué país tan chistoso es el nuestro, queguido sobrino! Si el Ekeko hubiera sido conocido en Alemania, el señog Hitler no habría muegto soltego.

—Así habría sido, tía Clotilde, pero es hermoso vivir en un país de Alasita donde todos se creen grandes y cuando se miran el ombligo creen ver el centro del Universo.

—¿Compraste muchas miniatugas, sobrino?

—No muchas, tía Clotilde, compré periodiquitos, dolarcitos en miniatura, dos botellitas de whisky y una casita de yeso para cuando llegue el socialismo y pueda entregarla quedándome con mi vivienda.

—Egues un astuto, sobrino von Paulus Huanca. ¿Y hasta cuándo pegmanecegás en la Alasita guebotando de chola en chola?

—Hasta el Carnaval, tía Clotilde von Karajan Quiroga.

—¡Tienes una suegte del Kagajo, sobrino von Paulus!

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