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En el día de las promesas



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, Martes, 25 de mayo de 2010

Mi devoción a Jesús del Gran Poder es mayor que mis fuerzas y mis años, y así lo entendieron mi esposa, mis tías en el extranjero (Cochabamba incluida) y mi comadre Macacha, que con generosidad financiaron mi participación en esta fiesta cuyo coste fue calculado en unos cinco mil dólares, con la inclusión de gastos médicos y posibles tratamientos de recuperación para el suscrito y mi comadre Macacha, que será mi pareja de baile y mi enfermera.

El domingo pasado vino a mi casa muy temprano (“la del alba sería” como decía don Quijote de La Mancha) mi madrugadora comadre para dirigir mis prácticas de calentamiento, iguales a las que realizan los futbolistas antes de un partido; me hizo trotar alrededor de mi cama durante media hora, para luego proceder a sus masajes en todo mi cuerpo con pomadas y menjurjes de su propia fabricación.

Al concluir esas pruebas, quise echarme en la cama a descansar, pero mi preparadora física no lo permitió y comenzó a vestirme con mi traje de “moreno” que buena plata me costó. Ella lucía su vestimenta de “china morena” con un pollerín de sólo 27 centímetros, detalle éste que avivó mi entusiasmo.

Listos para la fiesta, nos embarcamos en mi motocicleta Hardley Davidson que ella conduciría y nos dirigimos a la zona de Chijini, donde nos esperaban nuestros compañeros de la fraternidad Los Lindos Negritos de Potopoto, que cambiaron nuestro ropaje por otro de ensayo, especialmente confeccionado para el solemne acto de la Promesa.

Bailando por calles de Chijini, pregunté a uno de nuestros pasantes que nos invitó copas de champaña (“champú con coco rallado”) cuándo llegaba la hora de los “prometedores”, corrigiéndome aquél: “No se dice ‘prometedores’ sino ‘promesantes’”, y fuimos conducidos al templo del Gran Poder, donde lucía la imagen de Jesús con sus mejores galas.

Junto a todas las fraternidades (versión colla de las mentadas logias cruceñas) nos arrodillamos Macacha y yo para decir nuestras promesas a Jesús del Gran Poder, para pedirle luego los milagros que le implorábamos, que van desde el orden económico, a los de salud y conflictos sentimentales de amores contrariados. Yo no escuché las palabras de Macacha a nuestro Dios, pero cuando concluyó sus oraciones me dijo: “Ahora te toca a ti”.

Yo me atufé y no sabía qué decirle al milagroso Señor, hasta que Macacha me dijo: “Repite conmigo lo siguiente: ‘Querido Jesús del Gran Poder: Ya ves que puedo bailar poco y mal debido a mis años, pero te prometo seguir bailando en tu honor tres años más apoyado por mi esposa, que ahora está de viaje, y por mi comadre Macacha, que es tu entusiasta devota, y la reemplaza en mis actividades folclóricas.

También te prometo devolverle religiosamente los dineros que me ha prestado al 10 por ciento mensual de intereses para que podamos cumplir con nuestros actos devocionales. En cuanto se refiere a los milagros que te solicito, Tú sabes lo que necesito: Salud, dinero y amor. Amén’”.

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