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Recibiendo a los marchistas



© by Paulovich



La Paz - Bolivia, Martes, 18 de mayo de 2010

El último fin de semana, también llamado wikent por mi comadre Macacha, fue dedicado a nuestros ensayos de bailes folclóricos en la zona del Gran Poder, que antes se llamaba “Chijini” porque eran campos llenos de ch’iji donde pastaban las vacas y algunos políticos a quienes les crecían astas.

Ensayamos con éxito relativo los nuevos pasos de morenada que había creado nuestro coreógrafo, quien pudo comprobar que nuestras tabas, ttusus y otros miembros de nuestros cuerpecitos se hallaban bastante duros y casi entumecidos porque habíamos dejado de bailar desde el pasado Carnaval de Oruro, por lo cual nos tuvieron que aceitar algunas bisagras y coyunturas.

Cuando nos pareció que el entrenamiento folclórico había concluido, corrió el rumor de que algunos fraternos nuestros que viven en la ciudad de El Alto nos invitaban a dirigirnos allí para participar de la recepción que ofrecerían los alteños a los marchistas que llegarían caminando desde Caracollo, algo más de cien kilómetros, e invocaron nuestro espíritu de solidaridad.

Con los traguitos siempre aumenta la solidaridad, y nos fuimos bailando hasta El Alto a esperar a los marchistas sin averiguar si se trataba de “marchistas-leninistas” o “marchistas-trotskistas” o “marchistas-anarcosindicalistas”, pues sólo sabíamos que se trataba de trabajadores que habían caminado cien kilómetros en pos de mejores salarios y que por eso acudíamos a recibirlos, como siempre lo habían hecho los alteños. Después de algunas peripecias empezaron a llegar los marchistas tostados por el sol y el frío, hambrientos y fatigados. Como por ensalmo aparecieron las mujeres de El Alto munidas de palanganas, agua, jaboncillos y medicinas elementales para el tratamiento de ampollas y llagas. Siguiendo la tradición alteña, las mujeres se ocuparon de restañar las heridas de los marchistas varones encargándonos a los varones la tarea de aliviar las ampollas y el dolor de las marchistas, labor que me correspondió realizar pese a mi inexperiencia en esta materia.

Miré con respeto los pies de la marchista y sumergiéndolos en una palangana semillena de agua tibia, pregunté a la caminante si le gustaría que le diera un pediluvio. Ella, extrañada, me preguntó qué significaba esa palabra, explicándole con palabras delicadas, que ella comentó:

“Ahora le entiendo, porque antes pensaba que usted era un cochino malhablado”.
Aproveché de la oportunidad para contarle que yo, además de periodista, contrabandista y gremialista, practicaba la pedomancia. Ella pegó un grito y me preguntó de qué desviación sexual se trataba, afirmándole que no era ninguna desviación sexual, pues la pedomancia no es otra cosa que saber leer el futuro de las personas en las líneas de las plantas de los pies, tal como hacen los quirománticos leyendo las líneas de las palmas de las manos.

Ella se interesó por mis conocimientos pedománticos y examiné las líneas de sus pies, después le dije:

“Los maestros y otros sectores perderán contra el Gobierno, porque los masistas saben todas las mañas de los marchistas y bloqueadores porque fueron ellos los que las inventaron”.

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