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Con los ropavejeros



© by Paulovich


w 26/08/2009

La grave crisis económica que vivimos los bolivianos y que nadie puede disimular ni con elecciones me obligó hace algún tiempo a comprar y vender ropa usada en horas del día y escribir artículos humorísticos durante la noche, pareciéndome de esa manera a una de mis tías que trabajaba de día y se ayudaba de noche con lo cual adquirió gran prestigio.

Esa noble actividad de ropavejero me llevó a la ciudad de Santa Cruz, donde los trabajadores de ese sector realizamos un congreso extraordinario acompañado de marchas y manifestaciones para conseguir que el Gobierno actual reconozca nuestros derechos a desarrollar nuestra actividad comercial que es tan lícita como vender camiones y automóviles usados, libros usados, ideas usadas, políticos usados y candidatos usados.

Mientras realizaba esa pacífica actividad fui localizado en la capital oriental por mi tía teutona-cochabambina llamada Clothilde von Karajan Quiroga, más conocida en mi círculo familiar como “la tía del Karajo”.

—Queguido sobrino von Paulus Huanca, ¿qué haces en Santa Cruz, cuando debeguías estag escribiendo en La Paz…?

—He venido a Santa Cruz a un congreso extraordinario de la Confederación Nacional de Comerciantes en Prendería Usada para exigir al Gobierno la pronta solución de este grave problema nacional.

—No entiendo eso de “prendeguía usada”, podrías explicagme pog favog?

—La prendería usada, que en inglés se llama de second hand, es pues la ropa que usaban los gringos y también los europeos y que nosotros vendemos a nuestros compatriotas para que vistan mejor porque la ropa nueva cuesta mucho a la gente pobre que es la mayoría de los bolivianos.

—¿Y a eso le llamas gran problema nacional que no puede solucionag nuestro gobiegno nacional?

—Así es tía, Clothilde, y debe de ser tan grave que hace años el Gobierno, o sea muchos ministros, no pueden solucionar…

—Es que segugamente el gobiegno está solucionando otros problemas más impogtantes…

—Es que tampoco soluciona otros problemas más importantes y seguramente quiere ser reelegido para solucionarlos en los próximos cinco años.

—Qué cosa más triste, sobrino, que tú tengas que dedicag muchas hogas del día vendiendo gopa usada cuando podrías dedicar ese tiempo a escribig como lo hacía Tirso de Moliere.

—¡No era Tirso de Moliere, sino Tirso de Molina! Y ahora déjame marchar por las calles cruceñas para que me dejen seguir vendiendo ropa usada que haga menos desdichada a nuestros paisanos bolivianos.

—Está bien, queguido sobrino, te dejo seguig gritando pog las calles cruceñas y la próxima semana te mandagué desde Alemania unos kilos de gopa usada mía y de mis amigos paga que la vendas, pues alguna vez escuché decig que Bolivia es como un mendigo sentado en una silla de ogo.

— No, tía, la verdad es que Bolivia es un mendigo sentado en un inodoro de oro.

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