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Plegarias en Urkupiña



© by Paulovich


w14/08/2009

Como todos los años llegué a Cochabamba como peregrino para arrodillarme ante la Virgen de Urkupiña que atiende en Quillacollo a sus fieles devotos; esta vez lo hice acompañado de mi esposa, quien me aclaró que lo hacía sólo por acompañarme porque ella es y será hincha de la Virgen del Pilar, a quien le atribuye el milagro de su matrimonio con este periodista llegado desde las lejanas Indias Occidentales.

Llegué hasta el templo de San Ildefonso muy temprano con la esperanza de poder hablar con la Virgencita de Urkupiña al menos durante media hora, pero había tanta gente en el Santuario que apenas tuve el tiempo necesario para presentarle a mi mujer y decirle a la Virgen que la chola que me acompañó el año anterior era sólo mi comadre que me había pagado el viaje hasta Cochabamba y había corrido con los gastos de hotel en habitaciones separadas y los gastos de comida y bebida.

La Virgen apenas tuvo tiempo para saludar a mi esposa española y decirme que se alegraba de verme. A los pocos instantes las dos orejas de la Mamitay de Urkupiña fueron ocupadas por los pedidos milagrosos que le hacían millares de fieles y casi todos marcados por características económicas.

Un señor gordo que se puso en mi delante ocultándome a los ojos de la Virgen le decía a la Mamita de Dios:

Escucha mi plegaria porque yo he pedido la palabra mucho antes que esos pecadores de la oposición. Quiero que me hagas el milagro de que Evo sea reelegido como presidente de Bolivia que yo pueda ser Diputado por segunda vez…”.

Como yo también quería hablar con la Virgen y el señor gordo no me dejaba ni siquiera mirarla, cogí un alfiler y le pinché en el poto. El gordo brincó de dolor y se dio vuelta para localizar a su agresor, pero yo puse mi carita de piadoso y fingí estar rezando a la Mamitay de Urkupiña. Mientras tanto, el señor gordo ya había perdido la audiencia, perdiéndose su voz en medio del murmullo multitudinario.

La Mamitay de Urkupiña volvió a mirarme y cuando le empecé a pedir éxito en mis modestas ventas de ropa usada, una chola cochabambina se interpuso entre la Mamitay y yo y comenzó a decirle a gritos y en medio de gimoteos:

Mamitay: hazle entender a este bruto de mi marido que no podrá ganar en las elecciones de diciembre si no se arma un frente amplio en vez de candidatos solitarios…, uay–uay–uay, uayyyyy (lágrimas de cholita), hazlo entender…”.

Con tantas lágrimas me bañó la cholita que me puse a toser y estornudar de tal manera que mi mujer empezó a gritar:
“¡Socorro, que aíslen a este hombre que ha sido contagiado por la gripe A1”,
apartándose algunos para no ser contagiados.

Sin embargo, yo no conseguía volver a hablar con la Mamitay de Urkupiña y opté por salir del templo acompañado por mi esposa y mientras comíamos un chicharrón cerca de la plaza de Quillacollo, levanté mis ojos al cielo y le dije a la Mamitay de Urkupiña “Protege a Bolivia, Mamitay, porque se nos viene una época muy dura y muy triste”.

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