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ASÍ CHALLAMOS AYER

© Paulovich

SIGUIENDO LA TRADICIÓN, AYER PARTICIPÉ DE UNA CHALLA EN CASA de mi tía Ohmaygad quien, a pesar de su aparente gringuerío cree en la madre tierra, a la que llama motherland, en algunos ritos andinos y hasta en el Mallku Felipe Quispe, al que llama "darling querido" y "el King of Achacachi" cuando le ve por la televisión.

Empezaron a llegar los invitados y cada uno fue recibido con un enorme cubo de agua sin respetar el maquillaje de las señoras ni sus coqueteos peinados, quedando todas hechas una birria pues tras la puerta principal de la casa las esperaba mi tío Pelópidas suficientemente provisto del líquido elemento, que dejó empapados a todos y cada uno de los asistentes.
Pasado ese primer baño, mi tío Huebastían perseguía a todas las señoras para reventar globos de agua en la zona delicada de Tetúan donde muchas mujeres lucen su pechonalidad.
Mientras yo me mojaba por dentro con whisky de buena marca, el resto de mis parientes saboreaba coctelitos de colores también llamados "mistelitas", que alegraron los ánimos y nos preparaban para el cumplimiento de la famosa challa, pidiéndome la dueña de casa que yo dirigiera el ritual andino que mi tía Ohmaygad había olvidado por haber vivido quince días en Miami.

Recordando mi estancia en Achacachi, donde pasé varias temporadas practicando el arte de bloquear caminos y escribiendo en el "Achacachi Times" cumplí con la ceremonia de echar pisco en cada una de las esquinas de la propiedad, acompañados por todos los invitados que escucharon con atención la fórmula litúrgica para esta clase de ceremonia.
Con voz misteriosa dije: "Pachamama, Pachamama, libra a esta casa de cualquier siniestro y no permitas que algún envidioso le eche el ojo a esta vivienda y quiera quedarse con ella diciendo pertenecer al Movimiento sin Casa".

Hicimos reventar petardos y cohetillos que esparcieron por la vivienda olor a pólvora quemada y lanzamos al aire toneladas de mistura y serpentina que se pegaron graciosamente en nuestros cabellos y otras partes del cuerpo, dándonos a todos un aire achacacheño inconfundible que combinaba muy bien con los aires altiplánicos a cuyos sones bailábamos, orgullosos de parecernos a los indios de mi altiplano querido, cuando yo te vuelva a ver.
Concluida esa ceremonia dije a mi tía Ohmaygad que también deberíamos challar algunos enseres valiosos de su casa y challamos un automóvil rompiendo una botella de champaña en el parabrisas, lo cual aumentó nuestro entusiasmo, pasando luego al dormitorio de la tía para challar su colchón, que eventualmente cumple funciones de Colchón Bank.
Allí pronuncié delante de los invitados unas palabras cabalísticas rogando a la Pachamama que bendijera al colchón de mi tía para que nunca se convirtiera en escenario de peleas conyugales sino al contrario, o sea que sirviera siempre de campo de batalla en las lides amorosas de mi tía y su marido.

En resumen: una hermosa fiesta en honor a la Pachamama, con permiso de las autoridades de la Iglesia Católica.

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