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EL MALHUMOR NAVIDEÑO

PAULOVICH © Paulovich

CUANDO ME DIRIGÍA AL PALACIO LEGISLATIVO PARA ASISTIR AL ACTO de posesión del nuevo Defensor del Pueblo, señor Waldo Albarracín, me encontré con mi tío Pelópidas en la Plaza Murillo que espantaba a patadas a unas palomitas mientras vociferaba hecho un loco "¡fuera de aquí palomas cagonas y me gustaría verlas convertidas en pichones al horno!".

Me acerqué para apaciguar a mi pariente energúmeno pidiéndole calma y diciéndole que las palomitas no tenían la culpa de nada y él replicó furioso: "es que las palomas me dan bronca porque son símbolos de la paz navideña y lo único que hacen es ensuciar los tejados y las torres, infectando la ciudad con su estiércol".

Le invité un heladito que adquirí de un vendedor ambulante para ver si así se enfriaba un poco, pero el hombre lanzando ajos y cebollas me confesó que la Navidad y sus actuales ritos y costumbres lo ponían fuera de si porque la celebración del nacimiento de Jesús había perdido su espíritu original convirtiendo a nuestras ciudades en una gigantesca y grosera feria de mercachifles.

Y no sólo eso —continuó diciendo mi tío— sino que en mi casa me obligan a realizar una serie de tareas que me tienen agotado pues tengo que hacer lista de regalos, lista de amigos y parientes a los que tenemos que mandar tarjetas, armar un pesebre navideño, adornar un árbol de Navidad, adquirir y enviar obsequios, y todavía me exigen que ponga cara de cojudo hasta el 6 de enero para ir diciendo a todos "feliz Navidad, hermanito, y próspero Año Nuevo para ti y toda tu familia". ¿No te jode? Todo eso me calienta y por eso estoy pateando a las palomas de la Plaza por las que no siento ninguna simpatía.

Fiel a mi vocación de cura, traicionada desde el momento en que me casé, le hablé del mensaje que trajo Jesús al mundo, aquel que dice "gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad" y mi tío Pelópidas me dio un sopapo en la oreja y me dijo: "cállate pichón de sacristán, de qué alturas me estas hablando si vivimos a 4 mil metros de altura donde es difícil respirar y a qué hombres de buena voluntad te refieres, ¿a los seguidores del Evo Morales, a los campesinos de Achacachi, y a los manifestantes que bajan del Alto para romper nuestra ciudad y mearse en nuestras calles? No me vengas con yemadas, sobrino.

Vi que la misión de tranquilizar a mi tío Pelópidas en los días próximos a la Navidad, era poco menos que imposible, así que preferí callar y él continuó su airada perorata y me dijo: "Y no sólo eso, sino que mi mujer me ha arrebatado mi aguinaldo y lo anda despilfarrando para adquirir regalos destinados a los parientes y me ha dejado yesca.

¿Cómo quieres que ahora me ponga a sonreír hecho un gil, y vaya proclamando la paz y el amor? Esta fiesta no me gusta y me pone de mal humor y como no puedo patear a mis semejantes pateo a las palomas de la Plaza porque son unas cagonas".

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