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LA GUERRA CONTINÚA

PAULOVICH © Paulovich

ACABO DE LEER EN LOS PERIÓDICOS QUE LAS AUTORIDADES HAN DESCUBIERTO la existencia de grupos armados irregulares y que existe un mercado clandestino de armas de fuego, y no pude menos que alarmarme y exclamar: ¡Zambomba, me parece que han descubierto mi quiosco donde me gano la vida comprando y vendiendo armamento desde hace un año!

Como mi esposa ignora esa y otras de mis actividades ilícitas, salí de casa sin comunicar a nadie mis inquietudes y me dirigí hacia mi quiosco principal, situado en las cercanías de la Avenida Buenos Aires, y al llegar observé si por los alrededores se encontraban algunos agentes encubiertos que hubieran podido descubrir mi pequeño negocio.

Felizmente no vi a ningún sospechoso y respiré tranquilo.

Mientras me encontraba a la espera de algún vendedor de armas robadas a la Policía o a los cuarteles militares, admiré la perspicacia de algunas autoridades que acababan de enterarse recién de la existencia de grupos irregulares en el altiplano y de su acopio de armas de fuego, después de que en Achacachi mataron a un militar en forma salvaje, de que en Sorata quemaron una dependencia policial y arrojaron al fuego ocho mil expedientes, olvidando también los sucesos de Warisata, donde apenas pudo huir de una celada un Ministro de Defensa, para no mencionar el crimen contra el Alcalde de Ayo Ayo, antecedido por bloqueos camineros en la rutas Titicaca Lake y a los puertos peruanos.

Entonces, reconocí mis dotes de observador y exclamé ¡Es que yo soy un peine y un verdadero piola!

Hace ya bastante tiempo que trafico ilegalmente con armas de fuego escondiendo mi actividad bajo las apariencias de mi quiosco mencionado, donde un zapatero remendón arregla calzados a bajo precio mientras yo le observo atentamente (hasta aprendí a colocar medias suelas y chafallos de regular calidad), esperando la feliz llegada de algún conscripto que hubiera podido "afanar" un fusil o una ametralladora y venderla a este honrado comerciante informal; o el dichoso arribo de la viuda de un benemérito o de un militar retirado que le había dejado su arma de guerra como recuerdo de su amor, armas que yo vendí a dirigentes indígenas que conozco aunque nunca revelaré sus nombres porque es mi secreto profesional.

Tampoco quiero hacer referencia a la estrecha amistad que sostengo con Mallku X y el gobierno secreto que existe en Ayo Ayo y otras poblaciones, a quienes asesoro en cuestiones políticas y sobre todo hacendarias, que no quiero repetir pues las describí en mis crónicas durante muchos días.

¡Claro que existen grupos armados en el Altiplano y también en otras regiones! Lo único que puedo decir por el momento es que vivimos sentados sobre un volcán y que la cosa está que arde y hay orden de no aflojar. Y es por ello que yo vivo con una pata en Ayo Ayo, la otra en Achacachi, la tercera de mis patas está en La Paz y la cuarta en el exterior del país, porque yo soy muy piola.

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