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JANIWA ES JANIWA

PAULOVICH © Paulovich

ATRAÍDO POR LA CORRIENTE DE PACIFICACIÓN QUE INVITA a todos los bolivianos a desarmar nuestros espíritus y construir entre todos un país mejor y más civilizado, decidí seguir unos cursos clandestinos de la lengua aimara a escondidas de mi mujer, a quien hice creer que iría a unas clases de corte y confección.

Cuando retorné a mi casa después de la primera clase, ella me pidió que le contara cómo me fue en esa inicial experiencia, respondiéndole con una palabra ríspida que ella no conocía: “¡Janiwa!” Sorprendida me preguntó qué significado tenía esa palabra, pero yo me levanté de hombros y volví a decirle “janiwa”, lo cual la fastidió un poco.

Me preguntó si sabía algo del Mallku y si éste había levantado el bloqueo de caminos en la zona de Achacachi y algunas provincias paceñas.

La miré con los ojos del monolito Benet y sólo le respondí “¡Janiwa!” dejándola perpleja pues yo siempre había sido muy comunicativo y tierno en mis expresiones hacia ella, repitiendo su pregunta esta vez en voz más alta: “¿Y qué coño quiere decir janiwa?”, contestándole con la locuacidad del más perfecto achaquecheño: “janiwa”.

Me mandó a la eme y se marchó a otra habitación a continuar con su labor de bordado y yo la seguí porque me gusta conversar con las personas y mucho más con una pariente tan cercana como es la madre de mis hijos, y me puse a tejer una bufanda para mí porque el siquiatra me ha dicho que tejiendo se te relajan los nervios. Al verme sentado a su lado, ella me invitó un caramelo y con mi habitual cara de piedra le dije que “janiwa”, y continué contando los puntos que armaba con los palillos.

Parece que mi amena conversación la entusiasmó pues le siguió dando duro a su bordado, y cambiando de tema me dijo que le gustaba la conversación con personas inteligentes como yo pero que nadie se igualaba a su amiga Conrada quien la hacía mondar de risa con sus chistes. Sonriendo me preguntó “¿recuerdas a Conrada y a su esposo Rafaelillo?”, abrí más mis ojos para dar mayor expresión a mis palabras y le dije “¡Janiwa!”.

La española estalló y se abalanzó contra mí armada de su aguja de bordar y tuve que hacerle un quite para evitar que me pinchara en uno de mis chuchos que los aimaras llaman “ñuñus”, y recién me animé a contarle que asistí a unas clases clandestinas de aimara que dictaba un indio de Achacachi.

Luego me animé a revelarle que durante la primera clase el profesor quiso explicarme el sentido de la palabra aimara de “janiwa” y que yo, ingenuamente, creí que quería decir ‘no’, pero significa mucho más que todos los ‘no’ de los hombres y mujeres del planeta, porque el ‘no’ español, o el ‘not’ de los ingleses podría alguna vez convertirse en un tal vez o en un quizá, algo que no sucede nunca con el “janiwa” de los aimaras que es más rotundo, inclusive, que el ‘niet’ de los rusos en las épocas de Stalin y de Kruchev.

Quien no me crea, que hable con el Mallku y con los aimaras de Achacachi

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2 comentarios:

  1. Although I don't quite understand all that you write (being a Gringo from the US y un medio Boliviano)I thoroughly enjoy your column. And I have met many Janiwa's here in the US.
    Billy Colque

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  2. Excelente!! como todos los artículos de Paulovich, divertidos, profundos, analíticos, geniales!

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